jueves, 29 de noviembre de 2012

Rojaiju


Mamer nació en Paraguay en épocas de vacas flacas. Su mamá, Amparo, concibió tres flores, y a mediados de la década del ochenta vino a suelo argentino para que echen raíces. Ella, fruto de la América rural y profunda, intuía con sus sufridos dieciocho años que de quedarse sus hijos repetirían la película: una esclavitud aggiornada, un porvenir chato sin laburo, salud ni educación.
Acá soplaban aires de renovación, y la democracia prometía guiso, aspirinas y libros para todos. Lindo termómetro su historia para medir los déficits y ser conscientes de los desafíos actuales. Porque la suya es la de muchos.
Al llegar, Amparo hizo lo que pudo: jovencita y sin educación formal, se puso a trabajar como empleada doméstica en casa de una familia. Era gente piola, hijos de inmigrantes de otras épocas y latitudes que sabían lo que era escaparle al hambre y a las faltas de oportunidades. Me cuesta entender la xenofobia en países como el nuestro, forjados al calor de los flujos migratorios y la mezcla. Los paraguayos, bolivianos y peruanos de hoy son los españoles, rusos y tanos de ayer. La gran mayoría está motivada por el mismo afán de progreso y superación de nuestros nonos.
Mamer, con apenas doce años, quedó al cuidado de un tío mitad albañil, mitad changarín, demasiado laburante. Sin un adulto verdaderamente presente ningún chico puede crecer bien, y en la villa esto es regla: de a poquito fue ganando la calle y los pasillos, se rateaba de la escuela hasta que la abandonó, apareció la cerveza y la marihuana después de los picaditos, la esquina, algún robo menor. Con el correr de los años, sin prisa y sin pausa, fue dejando todo, encallando en el pantano de la marginalidad, la desidia, la falta de un real proyecto de vida que entusiasme… ¡Qué pena que para bancar la cacerola haya gente que todavía tiene que invertir salud y familia! ¿Acaso no es un claro síntoma de enfermedad social el que no tengamos tiempo para nuestros más changos?

Nos conocimos hace cuatro años, ya mayor, en una de las canchitas de la villa 24; con un grupo de la parroquia habíamos armado una escuelita de fútbol para los más chicos… él estaba ahí, fumándose un porro, haciéndose el banana. _Está todo piola_ me decía, _yo la re piloteo_. Al ser un tipo muy gracioso y medio personaje uno podía quedarse en la superficie… pero en el fondo el Mamer estaba triste, se sentía solo…
Y una fatídica noche conoció al paco… cayó y cayó, cada vez más abajo… más dolor, más angustia, más soledad, más paco… días y noches de gira, cortó lazos con sus dos hijos, su vieja y sus hermanos…
Gracias a Dios en algunos momentos de lucidez intuía que había sido creado para otra cosa: anhelando la Vida, no la mezquina y aparente si no la plena, se acercó derrotado a la parroquia a pedir ayuda… cuanto eco hacen las palabras de Jesús: “es necesario entrar por la puerta angosta”… que a contra pelo de esta cultura triunfalista en la que vivimos…  

Desde ese momento Mamer está transitando su camino de recuperación, con idas y venidas como todo en la vida.

Tuve la gracia de compartir varios meses juntos en el sur y nos hemos hecho buenos amigos. En la paz del campo, después de laburar y entre mate y mate, soñábamos con una Latinoamérica más federal y humana.


domingo, 18 de noviembre de 2012

El Emanuel


Cuando la vi por primera vez sentí mucho dolor: la Colo, mi edad, veintitantos, embarazada, durmiendo en la calle, pleno invierno, fumando paco día y noche, ni un control  médico. Para esa misma época varias amigas eran mamás por primera vez: era hermoso verlas sonriendo con sus cachorros y sus parejas, inseguras y llenas de preguntas ante tal milagro de vida, pero con la certeza que ese regalo valía el mundo entero.

¡De cuantas formas distintas se pueden vivir experiencias semejantes! La desigualdad y la injusticia calan profundo…

Día a día veíamos el rostro desencajado y triste de la Colo, quien dormía en una camioneta precaria que un vecino le prestaba. No tenía vidrios y estaba llena de mugre; no era raro ver pasear lauchas por entre los asientos. Una postal lamentable.

El panorama era gris, estábamos en el desierto. Encima que era hosca por naturaleza, su pareja, un tipo mayor y muy curtido, nos miraba de reojo con la desconfianza propia de aquel que ha vivido más de la mitad de su vida en la cárcel. Que vengan unos mocosos con un termo de mate cocido, una sonrisa y algo de pan a saludar porque sí no le había pasado antes, y como bien expresa el dicho popular, somos animales de costumbre.

No pudimos hacer más que estar: día a día los mates calentitos, el pan fresco, los trucos, las sonrisas, los abrazos y la ropa limpia fueron rompiendo el hielo y hermanándonos. Compartiendo la vida esta se multiplicaba. Nos comentó que había participado de los grupos de la parroquia, que sus momentos más felices habían sido los campamentos en Don Orione, y que su padrino, el Padre Sebastián, le había dado la pañoleta de Exploradores de Caacupé tiempo atrás. Recuerdo que esa sonrisa se borraba rápidamente cuando advertía que su panza era demasiado chiquitita para sus siete meses, y que el changuito prácticamente no se movía.

Sin embargo, esta maternidad hacía que su ser vibre: es que hay cosas que ni el paco puede apagar… el guiso de la reconciliación se estaba cocinando a fuego lento y en silencio...

Una noche, como muchas, la Colo estaba de gira. Caminaba de acá para allá por los pasillos más oscuros de la villa, drogándose y consiguiendo para drogarse. Y como suele ocurrir con las chicas del paco que están embarazadas, Emanuel decidió nacer sin avisar, como queriendo demostrar una vez más que la Vida es incontrolable.

Pero, ¡pará!, pará u segundo. Armate este escenario aunque sea difícil de imaginar: tres de la mañana en  un pasillo de un barrio que no tiene colectivos que lleguen hasta el hospital, donde no hay taxis ni entra la ambulancia, mucho frío y soledad. Un excluido entre los excluidos, parecido a lo que le había pasado a otro niño y sus padres dos mil años atrás. Y como en aquella oportunidad, Dios metió la cuchara: de repente apareció Juancho, otro adicto al paco que con su carro terminaba la durísima jornada de búsqueda de papel, cartón, metal y plástico, y que cambiaría luego por droga. La vio, se conmovió y la subió a su ambulancia. Destino: Hospital Penna. El Cirineo de esta historia iba a ser nuevamente un Samaritano…

El Emanuel, dos meses prematuro, pesó un kilo y medio y nació con Sífilis y VIH. Sobrevivió a las giras de su madre. Sufrió abusos, palizas, hambre, cansancio y todo tipo de vejaciones; consumió porro, merca, pastillas, alcohol, paco y mucha indiferencia. Pero nació, y fue recibido con una profunda alegría por la Colo y por toda la gente del Hogar de Cristo, su nueva familia. Cuando llegamos al hospital la vimos tan mamá: tenía al bebé en brazos, su rostro regalaba paz, y por la ternura, la foto bien podría ser una postal navideña. 


Lindo desafío el de preparar los pesebres modernos...

lunes, 12 de noviembre de 2012

Chiquilladas


Un amigo que desde el margen nos habla al corazón...

El gordo era un pibe común, pero con la pelota dibujaba retazos de sueños. La pisaba, la hacía saltar, y cuando pateaba al arco parecía que siempre buscaba clavarla en el ángulo. Era apasionado y dejaba todo en la cancha, con algo de Tevez o Mascherano disputaba en el potrero la final del mundo en cada picado. Lo conocí de pibe, trece años nomás tenía y ya mostraba un brillo especial. Pero la adolescencia fue para él un tiempo difícil, tanto que no lo supo eludir.
Me acuerdo el cambio que hizo en el 2003. Siempre había sido inquieto y un poco travieso, pero la rebeldía normal de la adolescencia es un lujo que los pibes de la villa terminan pagando caro. Se puso cabezón, no quería ir más a la escuela, se escapaba al potrero para jugar a la pelota. La mamá estaba preocupada, sentía que se le iba de las manos y que ya no lo podía contener. A pesar de que hizo todo lo que estaba a su alcance, el pibe se le fue escurriendo como el agua entre los dedos.
Todavía venía a la Iglesia, a una casa de adolescentes que tenemos para ayudar a los pibes a que no se enganchen en giladas. Ahí practican deportes, desayunan, almuerzan, tienen computación y apoyo escolar. Recuerdo que en ese momento la vimos venir, tratamos por todos los medios de que el pibe no dejara la escuela, porque algo indicaba que era el último tren. Apareció la marihuana, algún robo menor; y frente a la alarma de su madre, un grupo de expertos le explicaron que no era tan grave, que cualquiera se fumaba un porro, que no debía ser tan sobreprotectora, que debía entender cómo era la adolescencia. De a poco fue ganando la calle y dejando todo hasta quedar varado en una esquina de la que ya no pudo desencallar.
Durante algunos años lo seguí viendo en la calle, cada vez más desencajado. Al tiempo se enfierró, robaba grande y con violencia. Se sentía poderoso. Merca, pastillas, escabio… Códigos del pasillo: ganó respeto haciéndose temer.
En una de esas noches agarró el paco, o mejor dicho, el paco agarró al gordo y no lo quiso soltar más. Recibió balazos, pasó por el instituto de menores, en más de una oportunidad estuvo al borde de la muerte. Por eso en 2008 volvió a la Iglesia, ahora a participar del Hogar de Cristo, nuestro centro de recuperación de adictos. Para él era una humillación venir, reconocerse débil, vencido por la droga. Había cambiado sus sueños de fútbol y mundiales por historias de gangsters invencibles; porque en el fondo, seguía soñando como sueñan los chicos. Detrás de todo, el gordo era un pibe.
Vino pocas veces al Hogar de Cristo, y muy salteadas, cada vez que mordía el polvo o en su corazón sentía que había nacido para mucho más. No pudo mantenerse, por más que lo buscamos en varias oportunidades para que no se siguiera hundiendo.
Le dispararon el viernes pasado, sábado a la madrugada. Un plomo de 22, uno solo, pero que de a poco lo fue desangrando. El hospital ya lo recibió muerto.
La ambulancia tardó mucho y llegó tarde, parecía la imagen de un Estado lento que no supo llegar a tiempo para ayudarlo. Me pregunto si habrá alguna respuesta para los chicos que en este momento están dejando la escuela, ya no digo para los adictos sino para los que esta noche empiezan a probar con drogas. ¿Qué mensaje reciben? ¿Qué programa se ocupa de ellos? ¿Quién les dice que vale la pena vivir, y que pueden hacerlo en serio? ¿Quién les da las herramientas para sobrevivir dignamente?

Pienso en el gordo, me acuerdo del pibito luminoso de los sueños de fútbol, y me rebelo al pensar en los miles de chicos de las villas que rebotan al llegar la adolescencia. Cosas de los chicos que en la villa se pagan caro. 

jueves, 8 de noviembre de 2012

El valor de la protesta, siempre


Esto lo escribió Roberto Gargarella, un tipo piola.

i) Escucho a viejos compañeros de ruta (...) renegando del valor de la protesta, porque la protesta, la que llega mañana, no les gusta. Me da pena verlos argumentar, diciendo que la democracia se juega en las elecciones, y que los que protestan -aunque no lo digan- deben estar pensando ideas horribles.

ii) Contra lo que ellos dicen, defendemos acá el valor de toda protesta, aún de las protestas con las que uno no coincide total o parcialmente. En países como el nuestro, con el sistema político tomado por burócratas y adulones, y por un poder judicial siempre interesado en defender, primero, los propios privilegios, la ciudadanía suele encontrar las puertas cerradas para todo reclamo. Cuando el poder define como lícitos sólo los caminos que controla, no es extraño que el pueblo opte por vías alternativas, extra institucionales, muchas veces de desafío al derecho vigente, para hacerse escuchar. La alternativa que deja el poder es clara: tratar toda protesta como ilegítima, como ilegal, o sino ignorarla. Pregúntenle a los jubilados, que ya sin fuerzas, son obligados por el gobierno a peregrinar ante los tribunales para rogar que les den lo que les corresponde y que el gobierno les niega, porque usa sus recursos para financiar propaganda y servicios de inteligencia. Hay que salir a la calle, y el poder tiene que estar dispuesto a escuchar a los que salen a la calle. La democracia empieza con el voto, no termina allí, por más que les pese a estos neo-conservadores que se creen de avanzada.

iii) Imaginemos, sin embargo, una marcha con cuyo contenido sustantivo estemos parcial o totalmente en desacuerdo. Pienso, por caso, en la marcha "Blumberg" sobre la seguridad. Qué debemos pensar, frente a ella, los que estamos del lado de la protesta? Ante todo, cuando la ciudadanía se moviliza masivamente, como entonces, debemos hacer un esfuerzo especial por leer la protesta a su mejor luz, en su mejor versión. El gobierno y los aplaudidores, en cambio, la demonizan, leyéndola en su peor versión posible: "son todos fascistas", "quieren pena de muerte", "están con la dictadura". Pero lo cierto es que cualquier marcha puede ser demonizada de ese modo. Los adulones del poder, frente a la "primavera árabe", podrían decir "son fundamentalistas religiosos", "son violentos", "están cargados de odio." Frente a la "primavera de Praga," y siempre del lado del poder, hubieran dicho "quieren que vuelva la desigualdad," "son pro-capitalistas." Se equivocan siempre. Aún la marcha de Blumberg puede ser bien leída, porque encierra reclamos importantes: familias destrozadas por la inseguridad, madres sin hijos, hijos sin padres, que quieren vivir en paz, que quieren que se les asegure un derecho básico a la integridad física, que aborrecen del obvio pacto entre política, policía y narcotráfico. El gobierno, en cambio, promueve otra lectura: "son los últimos vestigios de la ultraderecha que muere," "son los que extrañan a Videla". Dan pena.

iv) Todas las principales consignas de la marcha convocada para mañana ("contra los abusos", "contra la corrupción," "contra la re-reelección") representan demandas absolutamente generalizables y sensatas. Por eso el gobierno necesita hablar de "lo que deben estar pensando realmente", "lo que no quieren decir". Es que quieren que hagamos el ejercicio de imaginar lo que piensa la Presidenta, cuando se junta con sindicalistas o le hablan de demandas indígenas? Lo que piensa Berni, cuando reprime? Lo que piensa Schiavi, frente a la muerte de 50 trabajadores en los trenes que él no controló?

v) Luego de haber hecho el esfuerzo por entender qué de importante hay en la protesta, el poder debe procesar esa demanda, conforme a los mejores principios constitucionales que rigen su conducta. Frente a la protesta de Blumberg deberá decir entonces, por ejemplo: "pongamos fin al pacto entre política y narcotráfico," "cuidemos los derechos de todos (también los de los delincuentes)", "reconozcamos la urgencia del problema de seguridad, que requiere resolver problemas de desigualdad." Alguien dirá: esto es utopía, la gente no piensa así. Se equivoca. Siempre cito la curiosa estadística que me comentaba Gabriel K., luego de la crisis del 2001: un 80 por ciento de la ciudadanía reconocía que el origen del aumento de la inseguridad tenía que ver con incrementos en desigualdad...pero como solución al problema no pedía igualdad (aún reconociendo, ella misma, que allí estaba el origen del problema), sino mano dura. Ahí está la labor del dirigente, retomar esos conocimientos y procesarlos del modo constitucionalmente apropiado. Nótese, sin embargo, que el kirchnerismo obró en ambos casos del peor modo: primero demoniza la protesta, y luego -es lo que hizo en el caso Blumberg- en lugar de procesar las múltiples demandas entonces presentes, del modo constitucionalmente más aceptable... convirtió en ley las peores propuestas derivadas de la marcha¡¡¡ Eso es, exactamente, el máximo paradigma de lo que NO se debe hacer. El kichnerismo actuó frente a la protesta, como suele hacerlo, del peor modo imaginable.

vi) Los adulones, sin embargo, que ya no conocen la calle porque ahora ven la ciudad desde detrás de vidrios polarizados (pobre la Presidenta, que no se anima a recibir a alguien que la critique, pobre Boudou, que no puede salir a la calle, pobre Bossio, corrido desde su lujoso auto por un grupo de jubilados¡), prefieren denunciar conspiración. Se preguntan a quién beneficia la protesta. Más les valdría preguntarse a quién perjudica. Les digo algunos nombres: perjudica a Cirigliano, y los negociados del gobierno con el transporte; perjudica a los empresarios megamineros que necesitan a un gobierno adicto; perjudica a Boudou, a Jaime, a López, y a todo el empresariado corrupto que pacta con el gobierno; perjudica a los Insfrán, asesino de indígenas; perjudica a los Urtubey, con su educación pública religiosa; perjudica a los Alperovich, y a tantos gobernadores que ven la política como negocio. En definitiva, no es éste el modo de pensar la protesta. Siempre podemos y necesitamos aprender de la protesta, no repudiarla. El pueblo, como decía Locke, suele adoptar una actitud comprensiva y pasiva frente al gobierno. Por eso es tan importante prestar atención cuando en todo o en parte se pone de pie.

vi) Pensar sobre la protesta, siempre, requiere pensar sobre democracia. Desde acá pensamos la democracia desde el ideal de una discusión inclusiva, sin voces excluidas. Por eso defendimos siempre la protesta piquetera, en una sociedad que los margina. Por eso defendemos que se escuchen todas las ideas, aún las que no nos gustan: no para que pierdan el tiempo hablando, sino porque podemos estar equivocados. Por eso creemos que el Congreso debe estar atravesado por la disidencia y marcado por el mutuo aprendizaje. La democracia necesita todas las voces, pero no como consigna: el gran test para saber si el poder se toma en serio o no la disidencia es ver qué hace con las ideas que no les gusta: las toma en cuenta, aprende de ellas, o las ignora, las margina las repudia? Todo lo demás es verso. La democracia debe alimentarse, sobre todo, de las voces de los críticos, y por ello esas voces necesitan de una especial protección. Las decisiones válidas, por su parte, necesitan nutrirse especialmente de pensamiento crítico: por eso el Congreso debe dar lugar amplio para tales voces, y las mayorías deben atender esos reclamos, o dar justificada respuesta de por qué no los atiende. Ésta, claramente, no es la concepción de la democracia que defienden el gobierno y sus amigos. Por ello, en el Congreso no se interesan por discutir: simplemente imponen, porque asumen que no tienen nada que aprender de sus críticos. Por ello piensan la Ley de Medios no desde el compromiso con la diversidad, sino de la mano de los empresarios que simbolizan, hasta la caricatura, la corrupción en la historia argentina reciente: Manzano y Moneta. Por ello quieren invisibilizar a los qom, y urgidos los borraron de la 9 de julio. Por ello ahora hablan sólo de elecciones, y criminalizan a la protesta, y procesan a los piqueteros, y encierran a mujeres y niños en Campo de Mayo, y denuncian en público a los que los contradijeron, y mandan a la AFIP a perseguir a los que hablaron en contra, y usan los servicios de inteligencia contra los que piensan diferente. Ellos ven a la democracia como la ven los conservadores: como elecciones periódicas, y el que gana se lleva todo. Y que los movimientos de protesta se organicen en un partido político, y se animen a ganarles las elecciones. Difícil encontrar una concepción más conservadora de la democracia, una aproximación más pobre al ideal del debate inclusivo y robusto, una visión más limitativa de la protesta.

miércoles, 7 de noviembre de 2012

La virgen de Fátima


Esta es la historia de una negrita linda, de sonrisa franca y pelos enrulados que la vida le jugó una mala pasada. Se llama (ba) Fátima, y ahora tendría veinte años.
Nos conocimos hace mucho en Zavaleta, cuando salíamos con el Padre Tano y cien nenes a alegrar las tiras del barrio con la murga de la parroquia. La idea era sencilla: ofrecer un espacio sano, con líderes positivos, contención y mucho amor. Y la negra se copaba: tiraba cada patada como si fuera la última, y en las salidas se pintaba de brujita o payaso, lo que resaltaba esa sonrisa que no quiero olvidar nunca más.
Recién llegado, y sin ninguna experiencia, Fati me llamó la atención desde el principio: era la primera en aparecer y la última en irse, como si quisiese detener ese instante y gozarlo con inocencia, como solo los nenes saben hacer.
Así estuvo todo ese primer año, allá por 2006, pero luego de las vacaciones algo cambió. No se muy bien si era su mamá biológica o del corazón, pero la cuestión es que la señora con la que vivía falleció. En la villa es muy común que las mujeres críen, eduquen y cuiden chicos ajenos, verdaderos ángeles de la guarda que Dios pone en el camino de los más pequeños. Para la negrita fue la última oportunidad de ser feliz (?)
Luego de varios meses la vi cerca de la cancha de Huracán fumando paco, me acerqué, nos abrazamos y le pregunté en qué andaba su vida. Me contó con lujo de detalles como un “tío” decidió darle cobijo en su casa con la condición de atenderlo a él y a todos sus amigos, muchas veces a cambio de paco, que ayudaba a no sentir. Me dijo que no podía charlar mucho porque estaba trabajando: con sus quince añitos empezó a frecuentar la Avenida Amancio Alcorta, famosa por los camioneros y autos que levantan chicos y chicas para tener diez minutos de sexo frío y desalmado. Día a día se iba encerrando en el infierno. Y sin embargo tenía esa sonrisa…
Esta changuita sobrevivió un par de años así, entre pipas, forros y volquetes de basura, padeciendo sífilis, VIH y TBC. Su adicción al paco se hizo fortísima y toda estrategia por parte de la parroquia quedaba corta. Me acuerdo que una vez, hace dos años y a raíz de un posible embarazo que no fue tal, logramos que una voluntaria del Hogar de Cristo la llevase unos días a su casa. En familia, con mimos y dulce de leche, tratamos que madure la idea de una internación pero no le dio el cuero.

Desde ese día no la vimos más. ¿Seguirá viva? Quien sabe…

De tanto en tanto, cuando voy a rezar a la parroquia de mi barrio veo la imagen de la Virgencita de Fátima y la veo sonriendo. No puedo dejar de imaginarme a la negra y sus harapos que brillan como la aurora… y esa sonrisa…



domingo, 28 de octubre de 2012

Quizás


Bartimeo (Mc 10,46-52) me hizo acordar a alguien...

Gabi nació en el 78´, en una época jodida; y su vida fue así, jodida. Hija de una familia numerosa, quizás haya pasado su niñez en Laferrere, chapoteando entre casillas y pasillos de barro. Quizás haya tenido que salir a laburar de chiquita, cirujiando con su viejo y sus hermanitos en un carro tirado por un matungo cansado, como su espíritu. No lo sé.
Quizás haya terminado la primaria a duras penas, y quizás rápidamente haya caído en la cuenta que con un bebito a los quince iba a ser imposible encarar el secundario. Quizás el horizonte se haya ennegrecido cuando su papá se fue con una pendeja y su mamá se quedaba sola con tantas criaturas. No lo sé.  
Quizás se haya arrepentido una y mil veces de aquel fatídico momento en que decidió no escuchar más a su corazón: jalar una bolsa, dos bolsas, todas las bolsas hasta que ya no sientas parece ser la consigna para los predilectos del Padre. Al menos eso es lo que el mundo ofrece; quizás sea lo único que pueda ofrecer. No lo sé.
Quizás si hubiese escuchado el llanto de sus nenes no se hubiera tomado el tren a Constitución, y quizás si fuésemos mejores la habríamos parado cuando caminaba llorando por Alcorta hacia Zavaleta. No lo sé.
Quizás pasar esos tres meses durmiendo con uno de los tranzas del barrio no haya sido la mejor elección. Quizás no tenía por qué contagiarse de HIV, tuberculosis y sífilis. No lo sé.

Lo que si se es que en Julio de 2010 la vimos y nos conmovimos: estaba sola, deshecha, tirada al borde del camino. Hacía frío, el día estaba gris y se avecinaba un chaparrón. Y ella estaba ahí, crucificada.
Lo que si se es que después de diez minutos de charla, mate cocido de por medio, se animó a mirarme a la cara. Su mirada me desgarró: quería pedirle perdón, quería pedirle misericordia, quería pedirle que se acordase de mí en su Reino.
Lo que si se es que ese mismo día la pasó a buscar la Trafic de la parroquia y enfiló para el Hurtado. Lo que si se es que ese mismo día terminó internada en el Hospital Muñiz, pabellón Koch, junto a los sidosos de la ciudad, esos que nadie quiere ver.
Lo que si se es que pasó el último mes de vida comiendo cuatro veces al día. Lo que si se es que pasó el último mes de vida durmiendo en una cama. Lo que si se es que le gustaban los Sugus masticables.
Lo que si se es que un día Dios quiso ser Dios, dejándonos en claro que nada puede separarnos de su Amor, ni siquiera nosotros mismos. Un buen día ubicamos a María del Socorro, su mamá, a Jesús, su padrastro, y a dos de sus hijos: faltaban tres días para el cumple de Gabi. Paradójicos los nombres, paradoja su destino.
Lo que si se es que ese día nos divertimos. Lo que si se es que ese día hubo alegría. Lo que si se es que en el Koch había olor a Reino. Lo que si se es que al día siguiente una hermanita partía al regazo del Padre. Y hubo fiesta.
¿Dónde está tu victoria hermana muerte?


miércoles, 17 de octubre de 2012

AUPA (que entre todos salimos)

El problema más grave de la Argentina es que un tercio de la población vive en la pobreza. El cepo cambiario, la reforma constitucional o la inseguridad son temas importantes que pueden impactar eventualmente en la pobreza, pero no son el problema fundamental; la pobreza lo es. Es por eso que las políticas sociales son de vital importancia. Lamentablemente, dada nuestra fragilidad institucional, los recursos destinados a ellas frecuentemente son distribuidos de manera clientelar. (...)
Mientras que las cooperativas se constituyen mediante la asociación horizontal y voluntaria de sus miembros, las de Argentina Trabaja son establecidas verticalmente. La autoorganización -característica fundamental de las cooperativas- es nula y las decisiones son impuestas. La figura de cooperativas es una fachada bajo la cual el Estado organiza cuadrillas de trabajo a las órdenes de capataces. En gran parte estas cuadrillas realizan tareas propias de empleados municipales. Cabe preguntarse si este tipo de programa no termina desvalorizando el concepto de cooperativa y propiciando desde el Estado el trabajo precario.
 
Al leer el artículo de Rodrigo Zarazaga (http://www.lanacion.com.ar/1517272-las-politicas-sociales-que-siguen-faltando), cura villero y candidato a doctor en ciencia política por la Universidad de Harvard, no pude dejar de reflexionar sobre dos males propios de estas latitudes y estos tiempos: la tergiversación de los conceptos y el (ab)uso de herramientas por un lado, y el oportunismo y la falta de perspectiva estratégica para el futuro por el otro. Humildemente no creo que sean cosas menores: el cambalache es caldo para la apatía y el individualismo exacerbado, la marginación y la muerte.
 
Recuerdo cuando hace dos años, en el centro que integra a los pibes de la villa que cayeron en el flagelo del paco, se nos presentó una tensión: el hogar fue creciendo mucho a medida que iba acompañando más vida y más vidas, y estaba claro que estabamos pasando a otra etapa. En un primer momento nos manejábamos con voluntarios que le metían mucha garra pero que obviamente tenían otras obligaciones; como todo en la vida, ser voluntario tiene su aspecto positivo y sus limitaciones.
Cuando nos dimos cuenta que el paco era la punta del iceberg, y que detrás de un pibe había un deficit estructural en familia, salud, educación, vivienda y todo tipo de derechos vulnerados, quedaba claro que algo había que hacer para poder "profesionalizar" la atención, sin perder por ello la empatía y el amor, herramientas fundamentales para el éxito de toda empresa.
Uno de los referentes del hogar, misionero de alma que vivió más de una década en parajes pobres del NOA, planteó la posibilidad de armar una cooperativa. El lo había hecho con campesinos en Catamarca, para que asociándose pudieran obtener mejores precios para sus productos agrícolas. 
La idea era hermosa por su sencillez y sus implicancias: armar una herramienta práctica y que se adecúe a la realidad del barrio, que permita que aquellos pibes que estaban recorriendo un camino de recuperación (o aquellos que, como quien les escribe, se sintiesen llamados a ser parte de esto) pudiesen ganarse el mango ayudando a incluir. 
 
Buscando en la bandeja de entrada del mail me encontré con este correo...
 
De a poco va tomando forma color y calor el proyecto de la cooperativa. La primera reunión se celebró en Casa Social el 14 de septiembre. Ese día Gustavo explicó los fundamentos del cooperativismo y los beneficios de conformar una cooperativa de trabajo. Se voto por unanimidad la propuesta y la necesidad de reunirnos una vez por semana, además se eligió como secretario de actas a Coky asistido por Lara. Este proyecto comienza a funcionar como una pre cooperativa... Recibiremos el apoyo económico del Ministerio de Trabajo de la Nación, a través del programa “Entrenamiento para el Trabajo”. Luego de esta primera etapa de práctica que durará ocho meses, se conformará definitivamente cumplimentando todos los requisitos exigidos legalmente. Aunque todavía no esta dicha la última palabra sobre el nombre, ya la denominamos entre casa “Aupa” (Acompañantes de Usuarios de Paco)... Nace del mismo espíritu del Hogar de Cristo, y ya vamos dando los primeros pasitos. Todos los martes nos reunimos, los chicos, colaboradores, voluntarios, todos miembros de la cooperativa, a discernir el espíritu del cooperativismo, haciéndolo practico en cada decisión que se toma. Se señalan las tareas a realizar y vamos repartiéndolas y analizando como fue la semana anterior. Desde acompañar una internación hospitalaria, la tramitación de un DNI o buscar vivienda, visitar a alguien que reside en una Comunidad Terapéutica, llevar medicación a alguien que está en consumo… así de variadas son las actividades relacionadas con las necesidades de aquellos a quienes acompañamos. También vamos formándonos con la ayuda de profesionales que a lo largo del proyecto nos Irán capacitando en los distintos aspectos. Todo es entusiasmo en una doble misión ayudar y ayudarse, y salimos nutridos y satisfechos. La cooperativa no solo es una salida laboral con un espíritu solidario sino que además tiene un efecto multiplicador que nos ayuda a poder cubrir las necesidades cada vez mayores del Hogar de Cristo, y dar respuesta a más hermanos que nos necesitan.
 
 
 
Tenemos que volver a creer en nosotros mismos. Solo hace falta cabeza, corazón y manos a la obra.
Si se puede.

jueves, 11 de octubre de 2012

Semilla amarga, fruto dulce

No se si será la primavera o los años que uno va juntando, y que también amontonan los demás; la cuestión es que veo parejas jóvenes embarazadas por todos lados. Sin ir muy lejos, mi hermano y su mujer tuvieron a Rochi hace poquito, una gordita hermosa que nos trajo alegría a muchos.
Veo a la cachorrita de brazo en brazo, jugando, sonriendo, llorando, viviendo, pura esperanza, y me pregunto por todas aquellas vidas que estamos dejando de lado, por nacer y ya nacidas.
 
Me acuerdo de una historia que me contó una amiga y me impactó mucho. Ella, miembro del PC, es una maestra muy comprometida y con oficio: participa de un proyecto de alfabetización para mujeres en villas de la ciudad. Una de sus estudiantes quedó embarazada reiteradas veces y decidió abandonar. A raíz de esto comenzaron a discutir el tema del aborto: utilizando argumentos logicamente válidos, trató de presentar al aborto como una opción adecuada, especialmente en casos límites. Muchas de las mujeres que formaban el curso estaban de acuerdo, pero ella se dio cuenta que una de ellas se puso muy triste. Le preguntó por qué se había puesto así y esta mujer, mirando al piso y hablando con vergüenza, dijo que nunca estaría de acuerdo con el aborto... ella había sido el fruto de la violación que sufrió su madre de manos de su tío... todos los días le daba gracias a su madre por darle una oportunidad...

Estoy convencido que el aborto no es una solución... al dolor no se lo combate con más dolor...
 

martes, 9 de octubre de 2012

El que se va sin que lo echen...

El tío va para los 33 años: negro uruguayo y porteño de ley, es una mezcla bien rioplatense. Noble y leal, medio terco y cabezón, le tocó nacer en una villa de la Boca, y como muchos de sus amigos del barrio ya de chiquito conoció la violencia. Desde los catorce años empezó a visitar los lugares patrios que la sociedad les tiene reservado a aquellos que sobran: el Instituto Roca, el Agote, el San Martín y el Belgrano. Con el tiempo empezó a jugar en primera: Marcoz Paz, Ezeiza, Devoto... Es que si no estás en la escuela o en el laburo en algún lugar tenés que estar...

A veces me pregunto que estarán pensando aquellos próceres que hicieron posible este país. ¿Se habrán arrepentido?

Pero no escribo para despacharme. Hoy quiero contagiar esperanza de la mano del tío, un amigo, un hermano, y desde hace un tiempo, un compañero de trabajo.

Dejemos que él hable y nos cuente parte de su historia...

El Hurtado* para mi significa muchas cosas.  Cambió gran parte de mi vida.  Antes de ir a Hurtado yo era un pibe complicado, andaba delinquiendo y vivía preso.  En 2009,  a mediados de agosto, mi hermano andaba mal anímicamente y yo recién llevaba dos meses en libertad.  Seguía medio complicado con mi consumo y con esos fantasmas que me decían: “ANDA A ROBAR”.  Pero en ese momento mi obligación era ayudar a mi hermano que andaba mal anímicamente y deprimido.  Hasta que un día de agosto me dijo que lo acompañara a Hurtado y yo le pregunté: “¿Qué es eso?”, “Un lugar re bueno, donde nos van a ayudar”, me dijo, y fui.
Como acompañante,  compartía los grupos y lo único que quería era que mi hermano estuviera bien.  Pero no me daba cuenta de que yo también necesitaba ayuda; hasta que un día en el grupo me hicieron ver la realidad y era que yo también estaba enfermo.  Y hoy por hoy, gracias a ese lugar, mis pensamientos son otros.  Ya llevo 2 años y dos meses sin delinquir,  NO SOY el pibe que si no tenía las últimas ADIDAS no era nadie. Hoy no las tengo y soy un pibe bueno, humilde y puedo vivir dignamente sin sacarle nada a nadie.  Me siento feliz por el apoyo que encontré en ese lugar maravilloso.   Ese amor y cariño que tanto necesitaba... 
Hoy estoy internado en la Granja** para remarcar algunas actitudes que me faltan, pero puedo decir que no soy más  un delincuente y ojala mañana pueda decir que no soy más un drogadicto y un alcohólico y pueda formar una familia, tener mi trabajo, y mi casa digna y poder darle ese mensaje que recibí, ese cariño y ese amor a esos chicos que están en las calles consumiendo y delinquiendo por el consumo.

El otro día me lo encontré al tío y charlamos un rato. Me dijo que estaba visitando pibes privados de su libertad en Ezeiza, el mismo penal en donde dejó varios años de su juventud cumpliendo condena. Emocionado me contó como al subirse a la camioneta que te lleva de la entrada a los pabellones reconoció al guardia. _Qué loco Gimenez, ¿no?; antes iba en la caja, esposado y triste y ahora viajo al lado suyo, y vengo para tratar de compartir esperanzas... hoy salgo como vine, por la puerta principal..._


El tío me emociona y me hace pensar... ¿por qué será que la gran mayoría de los presos son pibes y pibas, gente joven y pobre? ¿será el derecho penal la mejor forma de crecer y mejorar como sociedad? ¿es el deseo de una real reinserición lo qué motiva la existencia de las cárceles? y si efectivamente es así, ¿las cárceles reales logran dicho objetivo? ¿y qué hacemos con aquellos que nunca estuvieron insertos? 

Castigar al castigado no nos ayudará a vivir mejor...
* El centro de día San Alberto Hurtado es parte del Hogar de Cristo, la propuesta de la Iglesia Católica de Buenos Aires para recuperar a los pibes que cayeron en el flagelo del paco en la villa 21-24-Zavaleta. Hay otros centros de día en diferentes villas de la ciudad.

** La granja Madre Teresa es la segunda instacia del Hogar de Cristo: aquí aquellos jóvenes que han hecho un primer camino en el centro de día pasan varios meses para conocerse, encontrarse con Dios y buscarle el sentido a la Vida.

domingo, 30 de septiembre de 2012

Próxima estación... Esperanza

Viernes tempranito, Plaza Constitución, línea Roca, mate y libro, destino… Temperley.

Hará cosa de un mes me llamó el negro, un amigo, diciéndome que se había mudado con Pirucha, su pareja, y el hijito de ella a una casita cerca de la estación de Temperley. Me emocioné mucho con la noticia: al negro y a la Piru los conocemos hace años, cuando recorrían los pasillos de la villa sucios del tizne de los cables de cobre que quemaban para conseguir la moneda para fumar paco.

Con el negro pegamos onda desde el principio: tipo manso, humilde, recto: _ ¿por qué no fuiste a desayunar hoy negro?_ preguntábamos a veces, _porque hoy estoy re duro y sabés que no me gusta que me vean así; aunque soy fisura tengo códigos_.

Siempre me intrigó cómo podía ser que un pibe joven y de corazón noble como el negro se echase a perder con tanta intensidad: sus giras eran feroces, tres, cuatro, cinco días deambulando de acá para allá, mirada perdida, mendigo de afectos, infinita tristeza.

Un día tocó fondo… estando desayunando en Niños de Belén, uno de los hogares de Caacupe, la parroquia de la villa 21, le agarró un ataque de epilepsia fortísimo… la naturaleza pasa su factura tarde o temprano…

En esa época estábamos tratando de articular esfuerzos con los efectores del estado: esa semana habíamos tenido reuniones con la gente del centro de salud barrial así que rajamos para allá. A pesar de su buena voluntad, y producto de esos malos entendidos burocráticos que tan caro pagan los pobres, la ambulancia no venía… y no venía… cortamos por lo sano: el cura agarró su auto y le metimos quinta a fondo al hospital… el negro llegó arañando, pero llegó…

A partir de ahí el negro le apostó a la vida con fuerza y ahínco: al salir del hospital se internó en una comunidad terapéutica, donde de a poco pudo ir reencontrándose consigo mismo, con la sociedad, con Dios… se fue amigando con su pasado, con las heridas, con su familia… se supo parte…

Recuerdo como si fuese ayer cuando hace justo un año fuimos caminando juntos a Luján para saludar a la virgen y agradecerle por ser madre. Quizás la clave esté ahí… si a la vida la peregrinamos entre todos, llegamos todos…

Hoy el negro y tantos otros viven en una “casita amigable”, lugares que la Iglesia ha ido consiguiendo con el esfuerzo de innumerables personas y organizaciones y que se han transformado en verdaderos oasis para el desierto de tantos pibes. Si el problema del paco es el de la exclusión, es uno que nos involucra e interpela a todos, porque la única forma de hacer lugar es entre todos.

sábado, 29 de septiembre de 2012

La cultura de la vida en nuestros barrios

Un lúcido amigo que escribe desde el margen. Una mirada que vale la pena tener en cuenta.

El contacto pastoral con nuestra gente nos mueve una vez más a querer compartir con todos ustedes algunas reflexiones que surgen de la vida cotidiana de nuestros barrios. Ya en otras ocasiones hemos mencionado los innumerables valores humanos y evangélicos que se viven en estas periferias de nuestra ciudad: la familia, el sentido religioso de la vida, la solidaridad como forma de vida, la capacidad de sacrificio en el trabajo honrado son algunos de esos valores subyacentes a la vida de la gente más humilde y sencilla. Pero en esta oportunidad queremos concentrarnos en aquel valor primordial que nuestra gente custodia con celoso fervor: la opción por la vida.

La vida nunca un derecho, siempre un don y una llamada

Lo primero que queremos mostrar es como en el corazón de nuestro pueblo sencillo está latente una conciencia de que la vida no es un derecho “mío”.
La vida es un don gratuito e inmerecido que nos regala todos los días Nuestro Creador; por eso la vida esconde también un llamado de Dios a cuidarla y “administrarla” según las leyes de Dios; “como Dios manda”. Algún viejito sabio decía por ahí: “no somos sueltos” hablando de su necesidad de rezar por la salud de su hija muy enferma por esos días. Con esta expresión aquel hombre expresaba esa dependencia permanente de la vida que sólo siente el hombre y la mujer pobre que tiene muy pocas seguridades en las cuales asentar su vida.
A la vez esta expresión tan elocuente deja entrever que esa dependencia real que existe entre la vida de cada ser humano y su Creador va tejiendo un diálogo en donde el misterio de la vida da cada uno se siente como un llamado a ser “alguien” capaz de amar, gozar y sufrir. Corrido de este lugar la vida de cada uno empieza a parecerse más a una supervivencia diaria cuando no a un derrotero incierto de acciones totalmente fragmentadas carentes de sentido y vacías de contenidos auténticamente humanos.
La vida se construye desde el don que se hace permanente llamado de Dios y la respuesta que cada uno de nosotros va dando desde su libertad. Sabemos que esta experiencia cotidiana de la vida puede chocar contra muchos conceptos ilustres y elaborados que algunos construyen en los distintos laboratorios filosóficos y culturales donde todavía está ausente la dinámica personal, espiritual, comunitaria e histórica con la que vivimos en nuestros barrios. Nuestra gente humilde sigue dando un testimonio silencioso pero lleno de luz; la vida es un hecho antes que una idea. De esto se deriva el orden y el modo de su tratamiento: primero vivir, escuchar, sentir hondamente y saborear lo que pasa en nosotros y en la historia; luego reflexionar (volver a mirar lo ya vivido) y lograr forjar en nosotros un sentido nuevo a partir de lo vivido.
Es importante descubrir esta verdad: nuestra gente recibe la vida como viene, la abraza, la cuida tratando de hacerla crecer en todos sus sentidos. Y la primera manera que encuentra de traducir esta certeza es en el cuidado de la salud. Es bien conocida la expresión en nuestros pasillos: “si tenemos salud no nos falta nada”; de hecho muchos de los lugareños de nuestros barrios vinieron acá buscando zanjar una enfermedad, o alguna cirujía importante que en su tierra no se podía hacer o quizá en busca de algún medicamento especial. Incluso muchas madres jóvenes se vinieron desde muy lejos para darle un mejor tratamiento a su embarazo o queriendo cuidar mejor la salud de sus hijos o nietos.
En este sentido si la primer manera de cuidar la vida es el cuidado mínimo de la salud nos preguntamos: ¿porqué siguen siendo tan escasos los recursos, insumos y el personal de la salud en nuestros barrios?. Y si no miremos a las madres que hacen larguísimas colas en mañanas heladas con niños en brazos en los centros de salud para pedir un turno, o buscar un remedio para su bebé o quizá para pedir un kilo de leche en polvo sabiendo en la mayoría de las veces que se irán con un fracaso más encima. Por estas latitudes de la ciudad y a estas horas matinales no llegan a tierra firme los proyectos tantas veces muy bien intencionados que buscan cuidar los derechos de la mujer y del niño.
Por otra parte cuantas chicas, mujeres que padecen enfermedades tan crudas como el HIV, la tuberculósis, la sífilis no encuentran un acceso simple y llano a un tratamiento permanente y prologado para llevar la cruz de semejantes enfermedades. Pareciera que si no hay alguien que luche detrás de ellas en el hospital, alguien que de la “cara” por ellas no reciben la atención que merecen. El sistema expulsivo que padecemos le sigue diciendo a estas madres con sus niños: “no quiero que existas” y allí la marginalidad encuentra el humus perfecto para seguir forjando adeptos.
En esto debemos reconocer la entrega inmensa y generosa de un millar de médicos, enfermeros y asistentes sociales que luchan y viven con heroísmo lo pequeño del deber de cada día pero que el árbol no nos impida mirar el bosque para poder seguir encontrando caminos que nos ayuden a vivir más dignamente.
En este sentido queremos destacar que las mujeres más sencillas, crecidas en la sabiduría popular de sus madres y de sus abuelas tienen bien grabado en su almas que se llega a ser una buena mujer en la vida siendo una buena madre. El ser y hacerse mujer está íntimamente ligado al acontecimiento fundante de la maternidad. El hecho de ser madres es un llamado de Dios, es una vocación de entrega y de felicidad; toda su persona y su destino se juega en ello. Es tan fuerte y sagrada, tan entrañable y visceral la maternidad vivida en nuestros barrios que todas las otras dimensiones de la vida encuentran su sentido y su lugar sólo desde ella.
Por eso la cultura de la vida en nuestros barrios se encarna esencialmente en la cultura de la maternidad. Ser madre no se mira como un impedimento a la realización personal como mujer sino como un camino de plenitud, que sin duda tiene momentos áridos y desconcertantes; escollos sociales y económicos, encarna miedos profundos y dudas que hacen crujir los suelos de la existencia personal y familiar. Sin embargo, en esos momentos la decisión de tener a sus hijos a pesar de todo y con todo hace más fuerte su decisión indeclinable de aferrarse a la vida.
Es cierto la plenitud de la maternidad aparece con el tiempo, tiene sus ritmos y sus modos propios muy lejanos de ansiedades turbulentas y efímeras del “aquí y ahora” que muchas veces impone la cultura de la ciudad también muy metida en nuestros barrios.
Pero miremos ahora a esas chicas que aunque muy jóvenes y muy pobres han decido tener a sus hijos. Por ejemplo aquella joven que trabajaba en el servicio doméstico de una familia con un buen pasar económico y que al contarle a su patrona de su embarazo le propuso “sacárselo” a condición de perder el trabajo. Escuchemos la respuesta sabia de esta mujer: “señora siempre fui pobre, nunca tuve nada y usted me quiere sacar lo único que es mío.” Y así con una lágrima sagrada y dejando íntegra y fuerte su dignidad de mujer dejó aquel trabajo y quedó sola sin nada ni nadie en la calle. Hoy ha encontrado un lugar para vivir y tiene a su hijo con ella; lo deja en una guardería y trabaja todos los días. Su sonrisa brilla, su corazón se agiganta cuando sabe que va llegando a su casa y que su hijo la espera para agradecerle el simple hecho de vivir.
Pensemos en esa chiquita de sólo catorce años que habiendo quedado embarazada de su primer noviecito decide encarar a sus padres para contarles y recibe gritos, acusaciones y reproches de sus padres. Con dolor en su alma de niña escucha de ellos mismos la propuesta atolondrada y alienante de “quitarse el bebé”. La niña con corazón de madre sintiendo que el mundo se desmorona sobre sus hombros grita dejando salir ese rugido feroz y maternal: “aunque tenga que tener a mi hijo en la calle, yo quiero tenerlo”. Sin duda que aquel coraje de madre primeriza hizo sufrir mucho a los padres que hoy mirando a su nieto le piden perdón a Dios por haber pensando en aquella siniestra posibilidad.
Pero miremos a esa chica de veintitrés años; trabajadora, estudiosa y criada en una familia numerosa tan pobre como digna en su vivir. Ella viene transitando un noviazgo largo y desgastado de años con un muchacho igual de bueno, honesto y sacrificado que ella. Queda embarazada y ella siente que su relación de noviazgo no está preparada para fundar una familia y entonces empieza a morder en su conciencia la idea de hacer un aborto. Este pensamiento cobra cada vez más figura en su interior y empieza a conquistar su libertad. Empieza a preparar el escenario económico y a disponer la organización para concretar la decisión; todo parece estar aparentemente acomodado. El maquillaje de sus justificaciones ha dejado sedada su conciencia y ha anestesiado toda su maternidad; la pulseada parece haberla ganado la falsedad de sus argumentaciones egoístas.
Sin embargo, un día mira un bebé en brazos de su madre mientras viaja a su trabajo y de pronto le aflora en su corazón todo un mudo de recuerdos y sentimientos muy vinculados a la vida, a la familia y a la fe en la que ha crecido. El motor interior de su memoria espiritual le da fuerzas para repensar su decisión, se acerca a su madre lo comparte con ella y al decirlo reconoce la gravedad de la decisión que está tomando y entonces se desarma en un llanto profundo y desconsolado. Gracias a Dios esta mujer llegó a tener su hijo, hoy lo cría con su marido y piensan tener muchos hijos más; la crisis de su noviazgo era quizá no animarse a formar una familia; gracias a Dios pudo escuchar su corazón de madre y dejarse conducir por ese hijo hacia la paz.
Pero no es todo, la fe en Jesucristo nos hace ir más allá. Pensamos en tantas chicas y madres que viven en el seno de la marginalidad. Pasan sus días en la calle entre la alienación del consumo del paco y la degradación de la prostitución. Así van pasando los días sin destino, sin sentido, hacia la nada. De pronto quedan embarazadas y el hijo que llevan adentro crece en la calle con ellas; participa del consumo activamente, comulga con la desesperación de su madre por buscar dinero para consumir y sufre el coletazo de todas las enfermedades que vienen detrás: sífilis, HIV, desnutrición, descalcificación, etc.
Estas madres embarazadas en consumo y prostitución permanente es una situación escandalosa que clama al cielo y creemos que no podemos ser indiferentes. Tendríamos que pensar seriamente ¿qué atención reciben estas chicas cuando van a los hospitales estando en la calle? O también ¿qué seguimiento hay de esos embarazos?. Y si una chica se quiere recuperar estando embarazada; ¿qué lugares hay de tratamiento a la adicción para las embarazadas con posibilidades de tener a sus hijos con ellas mientras hacen el vía crucis de la recuperación? El atajo para resolver esta situación de inmediato tiene generalmente dos senderos: pensar que ellas son una amenaza para el bebé que nace entonces, en el mejor de los casos, cuando nace el bebé es urgente quitárselo o si el aguijón de la muerte llega antes inducir a la madre a que es mejor abortar ese bebé.
Ahora nos preguntamos: ¿no es mejor pensar que ese hijo es una enorme oportunidad de reconstruir ese tan ansiado sentido de su vida? ¿No sería más serio darnos repensar un camino de acompañamiento y prevención permanente para estas madres embarazadas que quieren tener a sus hijos aún estando en la calle sumergidas en la adicción? ¿Tendremos el corazón preparado para escuchar su desesperación y descubrir que todo nuestro organización social no sólo es expulsivo en muchos sentidos sino que de a poco se ha transformado en “abortivo”?
La Iglesia que vibra en su maternidad en estos barrios y no aborta nunca a nadie y ha sabido acompañar y conducir a muchas de estas chicas tan abandonadas pero a la vez tan madres. Es una paradoja más de la historia que las más marginadas sean en muchos casos las que conserven más vivo el sentido de la maternidad no por la calidad de su cariño o de su entrega seguramente pero si por su decisión tan aleccionadora de tenerlos igual.
Incluso muchas de ellas logran engancharse definitivamente con la vida a través de ese hijo que todos le aconsejaban abortar. El problema no son lo hijos que vienen sino la falta de acompañamiento y de cercanía real de toda la sociedad con sus madres. No nos confundamos el drama de la vida de estas mujeres no está en tener o en quitarse el bebé ya que la decisión de tenerlo es entrañable e inminente; la agonía de estas chicas y madres transita por la oscura sensación de que no hay nadie para ayudarlas a tener ese bebé y no encuentran un anclaje firme desde donde reconstruir sus vidas.
Pero miremos una de ellas a quien habíamos rescatado hacía sólo un mes y transitando el octavo mes de embarazo, llevando diez años de vida entregada al consumo y a la prostitución desenfrenada. Una noche mientras estaba por descansar en la piezita que le habíamos conseguido para que viviera con una pareja de novios ya recuperada sufrió una gran abstinencia, salió y empezó a caminar. Hacía mucho frío y estaba ya entrada la noche y mientras caminaba rompió bolsa y llegó a una conocida esquina de nuestro barrio donde no pudo más y entonces hizo llamar una ambulancia que como es acostumbrado llegó tarde. Mientras esperaba desesperada y sola pasó una amiga, vieja compañera de calle y de consumo; y con la ayuda de ella tuvo su hijo en la calle lo abrazo fuerte como si hubiera llegado a un puerto existencial seguro y con toda su maternidad a flor de piel emprendió su camino al hospital. Gracias a Dios en el camino llegó la ambulancia con médicos un poco avergonzados y pudo llevar su hijo al hospital.
Por otra parte nos parece importante tener bien presente el sigiloso testimonio de un sin número de madres torturadas por ese sentimiento de culpabilidad que sacude su alma reprochándole aquel acto desesperado que las condujo a realizar un aborto quizá hace años o décadas. Tenemos que poder escuchar esas voces quebradas de dolor y arrepentimiento que dicen en lo oculto lo que debemos gritar en las calles. Ellas saben y sufren lo que hicieron; el corazón maternal es visceral, entrañable, lúcido y elocuente en ricos y profundos sentimientos aún cuando el hijo ya no está con ella.
Aquel hijo que eligieron no tener es el mismo hijo que secretamente guardan y mecen en el silencio de su corazón y lo arropan con esa maternidad que aunque herida y confundida sigue permaneciendo no ya en la dulce espera de un nacimiento sino en la valiente esperanza de la resurrección final.
A pesar de no haber hecho ese parto natural y biológico de sus hijos muchas mujeres pueden por su arrepentimiento y el perdón de Dios hacer un parto espiritual de aquel hijo conquistando una relación muy misteriosa y profunda con ese “angelito” que vive junto a Dios. Son mujeres que atravesando el puente del Perdón de Dios logran salir del abismo infernal de esa culpa que carcome el pecho sin razón. Reconquistando esa ternura perdida logran vivir delante de su hijo que ahora está en el cuna eterna del Corazón de Dios. El cariño maternal que se había vuelto una bomba que implosionaba dentro del alma por no encontrar el cauce natural del hijo concebido, se ve transfigurado por la Luz de la Misericordia Divina y logra ascender hasta el Cielo. Y entonces aquel “hijo no querido” se transforma en el hijo más amado y aunque la herida de su ausencia no tenga consuelo la esperanza de tenerlo un día en sus brazos reconstruye desde adentro el amor a la vida y la decisión de tener futuros hijos.
No nos engañemos, la madre que aborta sufre mucho. Las llagas de su dolor no se curan con un barniz ideológico y cultural que alegando ser nuevo es ante todo artificial y etéreo que no logran tomar cuerpo en su corazón maternal. El dolor viene de muy adentro, de ese núcleo profundo y espiritual donde la madre siente que todos los consejeros de su aborto ya se han ido y ahora le han dejado en su regazo un sórdido gemido de la muerte que impregna su cuerpo y su alma. Un sentimiento que atraviesa todos sus estados interiores y todas sus horas, que congela sus deseos y destruye el sentido de la vida. Y ella ahora bañada por sus lágrimas sabe que si calla terminará de morir la flor de su maternidad y si comparta su infierno tiene que emprender el camino de la vida. Ambas decisiones son difíciles; gracias a Dios la vida siempre gana la pulseada y la mayoría de ellas logra hacer la dura escalada de encontrarse de nuevo con la posibilidad de tener un hijo.

jueves, 27 de septiembre de 2012

El abrazo (com)partido

Parece ser que la Lío siempre fue eso, un lío. Con 22 años la loca recorre Alcorta como pez en el agua: conoce los horarios de los camioneros querendones, las rutas de acceso de los turistas de tantos barrios que frecuentan los pasillos en busca de esa mugre que los haga escapar, los comedores de esperanza y las cocinas del dolor, toda la Zavaleta.

Nació y se crió en pleno arrabal, ese que no aparece en la guía T y que alimenta el morbo de tantos Grañas y secuaces, y porque no, el tuyo y el mío. Yo anduve por ahí: tiene cosas buenas y cosas malas, como todo en la vida. Parece ser que a esos artistas de la miseria les faltó pintar la otra parte del cuadro.

Pero volvamos a nuestro lío. Padre y madre casi que no tuvo, al menos no como vos y yo los concebimos, asique se hizo solita y de abajo. Como pudo, como la dejamos. Muchos machos, poco amor; muchos nenes que se hicieron ajenos con el tiempo. Visera calada, lentes negros, llantas Adidas, conjuntito Nike: una piba chorra de manual.

Cuando nos conocimos la vi re puesta: Gancia berreta en mano, agitaba sus brazos como queriendo volar. Había tenido bronca con otra piba de la ranchada por un don Juan de ocasión: un puntaso y a otra cosa mariposa. Los mismos pibes al toque me dijeron que tenga cuidado: “la Lío parece turra pero es peor: es más mala que el paco”. Pasé silbando bajito, saludé y seguí mi ruta. No sea cosa que se la agarrase conmigo. Desde aquel día le tuve miedo.

Cada vez que nos veíamos me sentía incómodo, y me notaba más distante que con el resto de los pibes. Ella, en cambio, fue siempre fiel a su estilo: alto cachivache, era alegre y divertida cuando estaba fresca, ofuscada y virulenta cuando puesta. Nunca me faltó el respeto ni hizo nada para ofenderme, y sin embargo hay ideas que se instalan en la cabeza y que empiezan a crecer aún cuando la realidad no condiga. Le tenía miedo y eso había hecho carne en mí.

Así fueron pasando los años hasta que ocurrió algo que me conmovió y ayudó a romper barreras: Francis, un africano que le venía escapando a la guerra civil en su país de origen, Angola, fue herido de bala y llevado al hospital de la zona. Chocolate, como le decíamos, era un paria entre los parias: inmigrante, con dificultades para comunicarse en castellano, pobre, solo, adicto a la pasta base. Y encima ahora estaba herido de bala en un hospital público desbordado que suele “ajustar” por el eslabón más débil, la gente en calle… gracias a Dios que estaba la Lío para acompañarlo…

Fue la única que preguntó por él, la única que destinó parte del dinero de la dosis diaria para comprarle elementos de higiene y caramelos de dulce de leche, esos que tanto le gustaban al negro. Y cuando Chocolate se escapó del hospital, porque lamentablemente la gran mayoría lo hace, fue la única que lo cagó a pedos y que luego le daba de comer para que su dieta no fuera solo de base.

Al ver esa actitud algo en mi cambió, y supe en el fondo del corazón que Lío era otra, que el personaje nunca terminaría de fagocitar la humanidad en ella.

Y así fue… recuerdo que para esa época yo estaba pasando un mal momento personal y familiar, estaba muy triste… y Dios nos juntó esa mañana gris de otoño… nos vimos los dos, solos, como llevando la vida a la rastra, y entendimos… y nos abrazamos en silencio… y lloramos… nadie dijo nada, no hacía falta… ese instante fue eterno… Supe en el fondo del corazón que Lío era otra, que el personaje nunca terminaría de fagocitar la divinidad en ella…  

lunes, 24 de septiembre de 2012

Los desafíos de la mujer

La Mujer: misterio, enigma, promesa de Enrique Fabbri Sj
 
Varón y mujer han de realizarse en un diálogo que les permita asumir sus mutuas responsabilidades. La Gaudium et spes*, al hacer resaltar que la suerte futura de la humanidad está en manos de aquellos que dan a las generaciones futuras una razón para vivir y tener esperanza (31), pide que se eduque a la nueva generación de tal manera que surjan varones y mujeres, no solo cultivados en su inteligencia, sino también magnánimos, lo cual es en nuestro tiempo sumamente necesario (31).
La mujer ha de penetrar en lo profundo de su ser y descubrir el aporte peculiar que con corazón grande ha de ofrecer al mundo de los hombres y al pueblo de Dios. En ese nuevo humanismo que está por nacer, en el cual el hombre se define ante todo por su responsabilidad hacia sus hermanos y hacia la historia... (GS, 55),  la mujer ha de aprender a dar su elaborada respuesta propia. Para ello ha de escuchar las voces profundas de su naturaleza existencial y ha de intercambiar sus experiencias con las del varón, porque es en esta asociación del hombre y la mujer donde se realiza la primordial forma de comunión de personas (GS, 12).
Por eso, es altamente conveniente entablar un diálogo entre ambos géneros para concretar lo que el "mundo de los hombres" espera de la mujer. De esta manera, se responde al clamor de tantas meritorias mujeres que reclaman para sí, donde todavía no lo han conseguido, la ikgualdad de hecho y de derecho con los hombres (GS, 9).
 
 
 
* La Gaudium et spes es el nombre de la única constitución pastoral del Concilio Vaticano II. Trata sobre la Iglesia en el mundo contemporáneo.

jueves, 20 de septiembre de 2012

Los desaparecidos de hoy

Esto pasó ayer, pasa hoy y seguirá pasando mañana si no hacemos algo.
 
Hace frío. Tengo miedo. Me siento sola. ¿Por qué tanto dolor? ¿qué hice para merecer todo esto? ¿Dónde está mi pipa?

¿Estoy en el hospital? Me duele el brazo; tengo una zonda. Estoy en el hospital. ¡Qué raro! Lo último que recuerdo fue haberle dado 5 pesos para la bolsa al tucu. Obvio que no volvió ese rastrero, pero no podía moverme y esa gilada me estaba carcomiendo desde adentro… siempre quiere más… Más, más, más… que bestia insaciable… Cuando bajo me quiero matar y se que no va a parar hasta que me chupe toda… se me va la vida entre las manos… y siempre más… y mis hijas… soy una mierda… más…

No le pido a Dios por mí, yo ya estoy jugada… pido por ellas, lo único bueno que hice en toda mi vida…

Ellas están en Tranquila con mi hermana, que de tranquila tiene poco, y yo acá, tirada en esta camilla… extraño a mi vieja… como me mira la gente… debajo de esta mugre soy una persona don, no me mire con esa cara de orto… y la enfermera no viene, ¡tengo hambre! ¡qué ganas de fumarme un pipaso! ¿No habrá algo de ropa limpia? Este barandaso no me lo banco ni yo misma…

¡Qué bueno! Ahí vienen los de la Caacupé… son buenos tipos y hacen lo que pueden… pero yo ya estoy jugada… es como querer tapar el sol con la mano, no se puede y punto… ¡Que rica Cepita de manzana!… el pantalón medio chicón pero a caballo regalado no se le miran los dientes… si Padre, voy a cambiar, no se preocupe… pobre, se desloma al pedo… quizás si los hubiese conocido antes… pero no, ya fue, ¡más paco y menos psicologiada che!

Ahí llegó Mate Cocido… a este si que no lo entiendo… altas guachas y prefiere venir a mimar a una fisura en un hospital de mierda… por mi joya… no recuerdo la última vez que me acariciaron sin querer cogerme… aparte me mira a los ojos… ¿ya te vas? Bueno, si no no nos vemos nos compramos anteojos… gracias por los bizcochos y el rosario che… mandale saludos a los pibes… ¡Que ganas de fumarme un pipaso! Y no aparece ninguna de los guachos, me dejaron re tirada…

¿Cómo estará la Brisa? ¿y la Mily? Hace mucho que no voy… que lindo cuando me mostró el cuaderno… es re pilla mi nena… ojalá que zafe… Cuando nació la Brisa me re cagaron… si tan solo me hubiesen acompañado en serio… pero no… te mandan a una comunidad de mierda en el culo del mundo y te dicen rescatate y te la damos… y eso que jalo desde los 8… ¡pero que mierda van a saber esos chetos si nunca pisaron un barrio!… si tan solo me hubiesen acompañado, verla de vez en cuando… pero ya fue… a lo hecho pecho… que ganas de fumarme un pipazo… ¿hace cuánto que no me viene? ¡Qué sé yo!... ese roñoso se aprovechó porque estaba re manija… hijo de re mil puta lindo bicho se va a agarrar…

Doña me duele el ojo, ¡deme bola!... claro para usted es fácil porque el ojo no es suyo… tengo sueño che… chau… hace calor, me siento bien, ¿qué onda?… hola ¿sos vos?... bueno, gracias… por fin…

Carolina Agüero, “la negra”, moría en la camilla incómoda del hospital Penna en un caluroso día de Enero… la médica nos explicó que para una “persona normal” la infección del ojo era una boludez… se ve que el VIH, el paco y la calle habían minado su cuerpito y no le dio el cuero… no tenemos datos de su casa asique no pudimos avisarle a sus hermanas ni a sus hijas… fuimos a Constitución porque otra hermana rancheaba por ahí pero nada… no hay tumba donde llorar las flores… otra desaparecida… ¿y van?... Dios nos perdone…

martes, 18 de septiembre de 2012

Las inseguridades

Una pequeña reflexión acerca de la inseguridad hecha por un tipo lúcido que escribe desde el margen...
 
"Hay dolores que son así, que de a ratos se encarnizan y parece que cobraran vida, que entre alaridos sugieren que no será posible seguir aguantando por mucho tiempo, pero que amainan en otros momentos y sin llegar a desaparecer pasan a un segundo plano, como cuando el sol se esconde detrás de las nubes o cuando la sonrisa tierna hace olvidar el llanto.
Sucede así: de a ratos las rotativas escupen sangre, tiñe las radios un rojo carmín tan intenso que al más duro parece encender. Hace explosión con un hecho, dos, tres, o con una cadena de sucesos, y entonces el grito, que hasta entonces navegaba por las profundidades se vuelve a hacer piel, callo, llaga, y supura. La violencia vuelve a ser inaguantable, y un gemido renace: ¡¿Hasta cuando?!
El grito, amplificado en los medios son las escaras de una sociedad paralizada, que sufre del síntoma, más que de la enfermedad.
Siempre recuerdo cuando hace unos años me tocó abrir un comedor en un sector muy pobre de la villa. Todos los días venía una abuela con su nietito. ¿Quién sabe que caminos habrán llevado a una señora de más de 70 años a hacerse cargo de su nieto de seis? Vivían en una casilla chiquita hecha con madera y carteles de publicidad callejera, con piso de tierra y techo de chapas de cartón. Sin ventanas, el lugar se ventilaba por una puerta que no cerraba, por los huecos de las paredes y el techo. La humedad era algo insoportable, al punto que el pibe siempre andaba con bronquiolítis, asma o algún trastorno respiratorio, y juntos recorrían salitas y hospitales. Como no tenían cama, dormían juntos en un colchón de una plaza que tenían tirado en el piso, y entre el olor y la oscuridad el hogar no parecía muy acogedor.
A mi me trasladaron y por dos años no supe nada de ellos. Ya ordenado sacerdote volví a la villa, y encontré que no estaban. Me contaron que ella estaba privada de su libertad, que durante mi ausencia, agobiada por esa vida de ratas se volcó a la delincuencia y perdió. En lugar de la antigua choza, había una casita de material, de ladrillos sin reboque pero con loza. Se me revolvieron las tripas. Supe que hizo cosas muy malas, de las que no se pueden justificar por la pobreza. No la justifico pero la entiendo, porqué se de los dolores que aguantó su columna, hasta que no pudo más y se quebró.
La abuela dejó en mi alma una marca profunda. Desde entonces, cada vez que veo los diarios arder de tanta inseguridad pienso que como sociedad estamos frente a un témpano y me acuerdo del Titanic. Leo el desastre de las miles de víctimas de los hechos de violencia que suceden a diario. Todas tremendas, todos son gritos en carne viva. Y leo también lo que en la misma noticia no se está diciendo. La historia de montones de pibes educados por la propaganda y vencidos por la pobreza. Los que aprendieron que solo pueden ser felices teniendo las zapatillas de Messi, los mejores celulares, o la moto más fachera. Hijos de la miseria que entendieron que nunca podrán ser felices (esa felicidad mentirosa que les vende la propaganda) hasta que decidieron saltar la cerca, cruzar la línea y hacerse un mundo paralelo, uno en el que sí tienen lugar.
Pienso en el témpano, y me doy cuenta del peligro que asume una sociedad librada a las reglas del mercado."