domingo, 30 de septiembre de 2012

Próxima estación... Esperanza

Viernes tempranito, Plaza Constitución, línea Roca, mate y libro, destino… Temperley.

Hará cosa de un mes me llamó el negro, un amigo, diciéndome que se había mudado con Pirucha, su pareja, y el hijito de ella a una casita cerca de la estación de Temperley. Me emocioné mucho con la noticia: al negro y a la Piru los conocemos hace años, cuando recorrían los pasillos de la villa sucios del tizne de los cables de cobre que quemaban para conseguir la moneda para fumar paco.

Con el negro pegamos onda desde el principio: tipo manso, humilde, recto: _ ¿por qué no fuiste a desayunar hoy negro?_ preguntábamos a veces, _porque hoy estoy re duro y sabés que no me gusta que me vean así; aunque soy fisura tengo códigos_.

Siempre me intrigó cómo podía ser que un pibe joven y de corazón noble como el negro se echase a perder con tanta intensidad: sus giras eran feroces, tres, cuatro, cinco días deambulando de acá para allá, mirada perdida, mendigo de afectos, infinita tristeza.

Un día tocó fondo… estando desayunando en Niños de Belén, uno de los hogares de Caacupe, la parroquia de la villa 21, le agarró un ataque de epilepsia fortísimo… la naturaleza pasa su factura tarde o temprano…

En esa época estábamos tratando de articular esfuerzos con los efectores del estado: esa semana habíamos tenido reuniones con la gente del centro de salud barrial así que rajamos para allá. A pesar de su buena voluntad, y producto de esos malos entendidos burocráticos que tan caro pagan los pobres, la ambulancia no venía… y no venía… cortamos por lo sano: el cura agarró su auto y le metimos quinta a fondo al hospital… el negro llegó arañando, pero llegó…

A partir de ahí el negro le apostó a la vida con fuerza y ahínco: al salir del hospital se internó en una comunidad terapéutica, donde de a poco pudo ir reencontrándose consigo mismo, con la sociedad, con Dios… se fue amigando con su pasado, con las heridas, con su familia… se supo parte…

Recuerdo como si fuese ayer cuando hace justo un año fuimos caminando juntos a Luján para saludar a la virgen y agradecerle por ser madre. Quizás la clave esté ahí… si a la vida la peregrinamos entre todos, llegamos todos…

Hoy el negro y tantos otros viven en una “casita amigable”, lugares que la Iglesia ha ido consiguiendo con el esfuerzo de innumerables personas y organizaciones y que se han transformado en verdaderos oasis para el desierto de tantos pibes. Si el problema del paco es el de la exclusión, es uno que nos involucra e interpela a todos, porque la única forma de hacer lugar es entre todos.

sábado, 29 de septiembre de 2012

La cultura de la vida en nuestros barrios

Un lúcido amigo que escribe desde el margen. Una mirada que vale la pena tener en cuenta.

El contacto pastoral con nuestra gente nos mueve una vez más a querer compartir con todos ustedes algunas reflexiones que surgen de la vida cotidiana de nuestros barrios. Ya en otras ocasiones hemos mencionado los innumerables valores humanos y evangélicos que se viven en estas periferias de nuestra ciudad: la familia, el sentido religioso de la vida, la solidaridad como forma de vida, la capacidad de sacrificio en el trabajo honrado son algunos de esos valores subyacentes a la vida de la gente más humilde y sencilla. Pero en esta oportunidad queremos concentrarnos en aquel valor primordial que nuestra gente custodia con celoso fervor: la opción por la vida.

La vida nunca un derecho, siempre un don y una llamada

Lo primero que queremos mostrar es como en el corazón de nuestro pueblo sencillo está latente una conciencia de que la vida no es un derecho “mío”.
La vida es un don gratuito e inmerecido que nos regala todos los días Nuestro Creador; por eso la vida esconde también un llamado de Dios a cuidarla y “administrarla” según las leyes de Dios; “como Dios manda”. Algún viejito sabio decía por ahí: “no somos sueltos” hablando de su necesidad de rezar por la salud de su hija muy enferma por esos días. Con esta expresión aquel hombre expresaba esa dependencia permanente de la vida que sólo siente el hombre y la mujer pobre que tiene muy pocas seguridades en las cuales asentar su vida.
A la vez esta expresión tan elocuente deja entrever que esa dependencia real que existe entre la vida de cada ser humano y su Creador va tejiendo un diálogo en donde el misterio de la vida da cada uno se siente como un llamado a ser “alguien” capaz de amar, gozar y sufrir. Corrido de este lugar la vida de cada uno empieza a parecerse más a una supervivencia diaria cuando no a un derrotero incierto de acciones totalmente fragmentadas carentes de sentido y vacías de contenidos auténticamente humanos.
La vida se construye desde el don que se hace permanente llamado de Dios y la respuesta que cada uno de nosotros va dando desde su libertad. Sabemos que esta experiencia cotidiana de la vida puede chocar contra muchos conceptos ilustres y elaborados que algunos construyen en los distintos laboratorios filosóficos y culturales donde todavía está ausente la dinámica personal, espiritual, comunitaria e histórica con la que vivimos en nuestros barrios. Nuestra gente humilde sigue dando un testimonio silencioso pero lleno de luz; la vida es un hecho antes que una idea. De esto se deriva el orden y el modo de su tratamiento: primero vivir, escuchar, sentir hondamente y saborear lo que pasa en nosotros y en la historia; luego reflexionar (volver a mirar lo ya vivido) y lograr forjar en nosotros un sentido nuevo a partir de lo vivido.
Es importante descubrir esta verdad: nuestra gente recibe la vida como viene, la abraza, la cuida tratando de hacerla crecer en todos sus sentidos. Y la primera manera que encuentra de traducir esta certeza es en el cuidado de la salud. Es bien conocida la expresión en nuestros pasillos: “si tenemos salud no nos falta nada”; de hecho muchos de los lugareños de nuestros barrios vinieron acá buscando zanjar una enfermedad, o alguna cirujía importante que en su tierra no se podía hacer o quizá en busca de algún medicamento especial. Incluso muchas madres jóvenes se vinieron desde muy lejos para darle un mejor tratamiento a su embarazo o queriendo cuidar mejor la salud de sus hijos o nietos.
En este sentido si la primer manera de cuidar la vida es el cuidado mínimo de la salud nos preguntamos: ¿porqué siguen siendo tan escasos los recursos, insumos y el personal de la salud en nuestros barrios?. Y si no miremos a las madres que hacen larguísimas colas en mañanas heladas con niños en brazos en los centros de salud para pedir un turno, o buscar un remedio para su bebé o quizá para pedir un kilo de leche en polvo sabiendo en la mayoría de las veces que se irán con un fracaso más encima. Por estas latitudes de la ciudad y a estas horas matinales no llegan a tierra firme los proyectos tantas veces muy bien intencionados que buscan cuidar los derechos de la mujer y del niño.
Por otra parte cuantas chicas, mujeres que padecen enfermedades tan crudas como el HIV, la tuberculósis, la sífilis no encuentran un acceso simple y llano a un tratamiento permanente y prologado para llevar la cruz de semejantes enfermedades. Pareciera que si no hay alguien que luche detrás de ellas en el hospital, alguien que de la “cara” por ellas no reciben la atención que merecen. El sistema expulsivo que padecemos le sigue diciendo a estas madres con sus niños: “no quiero que existas” y allí la marginalidad encuentra el humus perfecto para seguir forjando adeptos.
En esto debemos reconocer la entrega inmensa y generosa de un millar de médicos, enfermeros y asistentes sociales que luchan y viven con heroísmo lo pequeño del deber de cada día pero que el árbol no nos impida mirar el bosque para poder seguir encontrando caminos que nos ayuden a vivir más dignamente.
En este sentido queremos destacar que las mujeres más sencillas, crecidas en la sabiduría popular de sus madres y de sus abuelas tienen bien grabado en su almas que se llega a ser una buena mujer en la vida siendo una buena madre. El ser y hacerse mujer está íntimamente ligado al acontecimiento fundante de la maternidad. El hecho de ser madres es un llamado de Dios, es una vocación de entrega y de felicidad; toda su persona y su destino se juega en ello. Es tan fuerte y sagrada, tan entrañable y visceral la maternidad vivida en nuestros barrios que todas las otras dimensiones de la vida encuentran su sentido y su lugar sólo desde ella.
Por eso la cultura de la vida en nuestros barrios se encarna esencialmente en la cultura de la maternidad. Ser madre no se mira como un impedimento a la realización personal como mujer sino como un camino de plenitud, que sin duda tiene momentos áridos y desconcertantes; escollos sociales y económicos, encarna miedos profundos y dudas que hacen crujir los suelos de la existencia personal y familiar. Sin embargo, en esos momentos la decisión de tener a sus hijos a pesar de todo y con todo hace más fuerte su decisión indeclinable de aferrarse a la vida.
Es cierto la plenitud de la maternidad aparece con el tiempo, tiene sus ritmos y sus modos propios muy lejanos de ansiedades turbulentas y efímeras del “aquí y ahora” que muchas veces impone la cultura de la ciudad también muy metida en nuestros barrios.
Pero miremos ahora a esas chicas que aunque muy jóvenes y muy pobres han decido tener a sus hijos. Por ejemplo aquella joven que trabajaba en el servicio doméstico de una familia con un buen pasar económico y que al contarle a su patrona de su embarazo le propuso “sacárselo” a condición de perder el trabajo. Escuchemos la respuesta sabia de esta mujer: “señora siempre fui pobre, nunca tuve nada y usted me quiere sacar lo único que es mío.” Y así con una lágrima sagrada y dejando íntegra y fuerte su dignidad de mujer dejó aquel trabajo y quedó sola sin nada ni nadie en la calle. Hoy ha encontrado un lugar para vivir y tiene a su hijo con ella; lo deja en una guardería y trabaja todos los días. Su sonrisa brilla, su corazón se agiganta cuando sabe que va llegando a su casa y que su hijo la espera para agradecerle el simple hecho de vivir.
Pensemos en esa chiquita de sólo catorce años que habiendo quedado embarazada de su primer noviecito decide encarar a sus padres para contarles y recibe gritos, acusaciones y reproches de sus padres. Con dolor en su alma de niña escucha de ellos mismos la propuesta atolondrada y alienante de “quitarse el bebé”. La niña con corazón de madre sintiendo que el mundo se desmorona sobre sus hombros grita dejando salir ese rugido feroz y maternal: “aunque tenga que tener a mi hijo en la calle, yo quiero tenerlo”. Sin duda que aquel coraje de madre primeriza hizo sufrir mucho a los padres que hoy mirando a su nieto le piden perdón a Dios por haber pensando en aquella siniestra posibilidad.
Pero miremos a esa chica de veintitrés años; trabajadora, estudiosa y criada en una familia numerosa tan pobre como digna en su vivir. Ella viene transitando un noviazgo largo y desgastado de años con un muchacho igual de bueno, honesto y sacrificado que ella. Queda embarazada y ella siente que su relación de noviazgo no está preparada para fundar una familia y entonces empieza a morder en su conciencia la idea de hacer un aborto. Este pensamiento cobra cada vez más figura en su interior y empieza a conquistar su libertad. Empieza a preparar el escenario económico y a disponer la organización para concretar la decisión; todo parece estar aparentemente acomodado. El maquillaje de sus justificaciones ha dejado sedada su conciencia y ha anestesiado toda su maternidad; la pulseada parece haberla ganado la falsedad de sus argumentaciones egoístas.
Sin embargo, un día mira un bebé en brazos de su madre mientras viaja a su trabajo y de pronto le aflora en su corazón todo un mudo de recuerdos y sentimientos muy vinculados a la vida, a la familia y a la fe en la que ha crecido. El motor interior de su memoria espiritual le da fuerzas para repensar su decisión, se acerca a su madre lo comparte con ella y al decirlo reconoce la gravedad de la decisión que está tomando y entonces se desarma en un llanto profundo y desconsolado. Gracias a Dios esta mujer llegó a tener su hijo, hoy lo cría con su marido y piensan tener muchos hijos más; la crisis de su noviazgo era quizá no animarse a formar una familia; gracias a Dios pudo escuchar su corazón de madre y dejarse conducir por ese hijo hacia la paz.
Pero no es todo, la fe en Jesucristo nos hace ir más allá. Pensamos en tantas chicas y madres que viven en el seno de la marginalidad. Pasan sus días en la calle entre la alienación del consumo del paco y la degradación de la prostitución. Así van pasando los días sin destino, sin sentido, hacia la nada. De pronto quedan embarazadas y el hijo que llevan adentro crece en la calle con ellas; participa del consumo activamente, comulga con la desesperación de su madre por buscar dinero para consumir y sufre el coletazo de todas las enfermedades que vienen detrás: sífilis, HIV, desnutrición, descalcificación, etc.
Estas madres embarazadas en consumo y prostitución permanente es una situación escandalosa que clama al cielo y creemos que no podemos ser indiferentes. Tendríamos que pensar seriamente ¿qué atención reciben estas chicas cuando van a los hospitales estando en la calle? O también ¿qué seguimiento hay de esos embarazos?. Y si una chica se quiere recuperar estando embarazada; ¿qué lugares hay de tratamiento a la adicción para las embarazadas con posibilidades de tener a sus hijos con ellas mientras hacen el vía crucis de la recuperación? El atajo para resolver esta situación de inmediato tiene generalmente dos senderos: pensar que ellas son una amenaza para el bebé que nace entonces, en el mejor de los casos, cuando nace el bebé es urgente quitárselo o si el aguijón de la muerte llega antes inducir a la madre a que es mejor abortar ese bebé.
Ahora nos preguntamos: ¿no es mejor pensar que ese hijo es una enorme oportunidad de reconstruir ese tan ansiado sentido de su vida? ¿No sería más serio darnos repensar un camino de acompañamiento y prevención permanente para estas madres embarazadas que quieren tener a sus hijos aún estando en la calle sumergidas en la adicción? ¿Tendremos el corazón preparado para escuchar su desesperación y descubrir que todo nuestro organización social no sólo es expulsivo en muchos sentidos sino que de a poco se ha transformado en “abortivo”?
La Iglesia que vibra en su maternidad en estos barrios y no aborta nunca a nadie y ha sabido acompañar y conducir a muchas de estas chicas tan abandonadas pero a la vez tan madres. Es una paradoja más de la historia que las más marginadas sean en muchos casos las que conserven más vivo el sentido de la maternidad no por la calidad de su cariño o de su entrega seguramente pero si por su decisión tan aleccionadora de tenerlos igual.
Incluso muchas de ellas logran engancharse definitivamente con la vida a través de ese hijo que todos le aconsejaban abortar. El problema no son lo hijos que vienen sino la falta de acompañamiento y de cercanía real de toda la sociedad con sus madres. No nos confundamos el drama de la vida de estas mujeres no está en tener o en quitarse el bebé ya que la decisión de tenerlo es entrañable e inminente; la agonía de estas chicas y madres transita por la oscura sensación de que no hay nadie para ayudarlas a tener ese bebé y no encuentran un anclaje firme desde donde reconstruir sus vidas.
Pero miremos una de ellas a quien habíamos rescatado hacía sólo un mes y transitando el octavo mes de embarazo, llevando diez años de vida entregada al consumo y a la prostitución desenfrenada. Una noche mientras estaba por descansar en la piezita que le habíamos conseguido para que viviera con una pareja de novios ya recuperada sufrió una gran abstinencia, salió y empezó a caminar. Hacía mucho frío y estaba ya entrada la noche y mientras caminaba rompió bolsa y llegó a una conocida esquina de nuestro barrio donde no pudo más y entonces hizo llamar una ambulancia que como es acostumbrado llegó tarde. Mientras esperaba desesperada y sola pasó una amiga, vieja compañera de calle y de consumo; y con la ayuda de ella tuvo su hijo en la calle lo abrazo fuerte como si hubiera llegado a un puerto existencial seguro y con toda su maternidad a flor de piel emprendió su camino al hospital. Gracias a Dios en el camino llegó la ambulancia con médicos un poco avergonzados y pudo llevar su hijo al hospital.
Por otra parte nos parece importante tener bien presente el sigiloso testimonio de un sin número de madres torturadas por ese sentimiento de culpabilidad que sacude su alma reprochándole aquel acto desesperado que las condujo a realizar un aborto quizá hace años o décadas. Tenemos que poder escuchar esas voces quebradas de dolor y arrepentimiento que dicen en lo oculto lo que debemos gritar en las calles. Ellas saben y sufren lo que hicieron; el corazón maternal es visceral, entrañable, lúcido y elocuente en ricos y profundos sentimientos aún cuando el hijo ya no está con ella.
Aquel hijo que eligieron no tener es el mismo hijo que secretamente guardan y mecen en el silencio de su corazón y lo arropan con esa maternidad que aunque herida y confundida sigue permaneciendo no ya en la dulce espera de un nacimiento sino en la valiente esperanza de la resurrección final.
A pesar de no haber hecho ese parto natural y biológico de sus hijos muchas mujeres pueden por su arrepentimiento y el perdón de Dios hacer un parto espiritual de aquel hijo conquistando una relación muy misteriosa y profunda con ese “angelito” que vive junto a Dios. Son mujeres que atravesando el puente del Perdón de Dios logran salir del abismo infernal de esa culpa que carcome el pecho sin razón. Reconquistando esa ternura perdida logran vivir delante de su hijo que ahora está en el cuna eterna del Corazón de Dios. El cariño maternal que se había vuelto una bomba que implosionaba dentro del alma por no encontrar el cauce natural del hijo concebido, se ve transfigurado por la Luz de la Misericordia Divina y logra ascender hasta el Cielo. Y entonces aquel “hijo no querido” se transforma en el hijo más amado y aunque la herida de su ausencia no tenga consuelo la esperanza de tenerlo un día en sus brazos reconstruye desde adentro el amor a la vida y la decisión de tener futuros hijos.
No nos engañemos, la madre que aborta sufre mucho. Las llagas de su dolor no se curan con un barniz ideológico y cultural que alegando ser nuevo es ante todo artificial y etéreo que no logran tomar cuerpo en su corazón maternal. El dolor viene de muy adentro, de ese núcleo profundo y espiritual donde la madre siente que todos los consejeros de su aborto ya se han ido y ahora le han dejado en su regazo un sórdido gemido de la muerte que impregna su cuerpo y su alma. Un sentimiento que atraviesa todos sus estados interiores y todas sus horas, que congela sus deseos y destruye el sentido de la vida. Y ella ahora bañada por sus lágrimas sabe que si calla terminará de morir la flor de su maternidad y si comparta su infierno tiene que emprender el camino de la vida. Ambas decisiones son difíciles; gracias a Dios la vida siempre gana la pulseada y la mayoría de ellas logra hacer la dura escalada de encontrarse de nuevo con la posibilidad de tener un hijo.

jueves, 27 de septiembre de 2012

El abrazo (com)partido

Parece ser que la Lío siempre fue eso, un lío. Con 22 años la loca recorre Alcorta como pez en el agua: conoce los horarios de los camioneros querendones, las rutas de acceso de los turistas de tantos barrios que frecuentan los pasillos en busca de esa mugre que los haga escapar, los comedores de esperanza y las cocinas del dolor, toda la Zavaleta.

Nació y se crió en pleno arrabal, ese que no aparece en la guía T y que alimenta el morbo de tantos Grañas y secuaces, y porque no, el tuyo y el mío. Yo anduve por ahí: tiene cosas buenas y cosas malas, como todo en la vida. Parece ser que a esos artistas de la miseria les faltó pintar la otra parte del cuadro.

Pero volvamos a nuestro lío. Padre y madre casi que no tuvo, al menos no como vos y yo los concebimos, asique se hizo solita y de abajo. Como pudo, como la dejamos. Muchos machos, poco amor; muchos nenes que se hicieron ajenos con el tiempo. Visera calada, lentes negros, llantas Adidas, conjuntito Nike: una piba chorra de manual.

Cuando nos conocimos la vi re puesta: Gancia berreta en mano, agitaba sus brazos como queriendo volar. Había tenido bronca con otra piba de la ranchada por un don Juan de ocasión: un puntaso y a otra cosa mariposa. Los mismos pibes al toque me dijeron que tenga cuidado: “la Lío parece turra pero es peor: es más mala que el paco”. Pasé silbando bajito, saludé y seguí mi ruta. No sea cosa que se la agarrase conmigo. Desde aquel día le tuve miedo.

Cada vez que nos veíamos me sentía incómodo, y me notaba más distante que con el resto de los pibes. Ella, en cambio, fue siempre fiel a su estilo: alto cachivache, era alegre y divertida cuando estaba fresca, ofuscada y virulenta cuando puesta. Nunca me faltó el respeto ni hizo nada para ofenderme, y sin embargo hay ideas que se instalan en la cabeza y que empiezan a crecer aún cuando la realidad no condiga. Le tenía miedo y eso había hecho carne en mí.

Así fueron pasando los años hasta que ocurrió algo que me conmovió y ayudó a romper barreras: Francis, un africano que le venía escapando a la guerra civil en su país de origen, Angola, fue herido de bala y llevado al hospital de la zona. Chocolate, como le decíamos, era un paria entre los parias: inmigrante, con dificultades para comunicarse en castellano, pobre, solo, adicto a la pasta base. Y encima ahora estaba herido de bala en un hospital público desbordado que suele “ajustar” por el eslabón más débil, la gente en calle… gracias a Dios que estaba la Lío para acompañarlo…

Fue la única que preguntó por él, la única que destinó parte del dinero de la dosis diaria para comprarle elementos de higiene y caramelos de dulce de leche, esos que tanto le gustaban al negro. Y cuando Chocolate se escapó del hospital, porque lamentablemente la gran mayoría lo hace, fue la única que lo cagó a pedos y que luego le daba de comer para que su dieta no fuera solo de base.

Al ver esa actitud algo en mi cambió, y supe en el fondo del corazón que Lío era otra, que el personaje nunca terminaría de fagocitar la humanidad en ella.

Y así fue… recuerdo que para esa época yo estaba pasando un mal momento personal y familiar, estaba muy triste… y Dios nos juntó esa mañana gris de otoño… nos vimos los dos, solos, como llevando la vida a la rastra, y entendimos… y nos abrazamos en silencio… y lloramos… nadie dijo nada, no hacía falta… ese instante fue eterno… Supe en el fondo del corazón que Lío era otra, que el personaje nunca terminaría de fagocitar la divinidad en ella…  

lunes, 24 de septiembre de 2012

Los desafíos de la mujer

La Mujer: misterio, enigma, promesa de Enrique Fabbri Sj
 
Varón y mujer han de realizarse en un diálogo que les permita asumir sus mutuas responsabilidades. La Gaudium et spes*, al hacer resaltar que la suerte futura de la humanidad está en manos de aquellos que dan a las generaciones futuras una razón para vivir y tener esperanza (31), pide que se eduque a la nueva generación de tal manera que surjan varones y mujeres, no solo cultivados en su inteligencia, sino también magnánimos, lo cual es en nuestro tiempo sumamente necesario (31).
La mujer ha de penetrar en lo profundo de su ser y descubrir el aporte peculiar que con corazón grande ha de ofrecer al mundo de los hombres y al pueblo de Dios. En ese nuevo humanismo que está por nacer, en el cual el hombre se define ante todo por su responsabilidad hacia sus hermanos y hacia la historia... (GS, 55),  la mujer ha de aprender a dar su elaborada respuesta propia. Para ello ha de escuchar las voces profundas de su naturaleza existencial y ha de intercambiar sus experiencias con las del varón, porque es en esta asociación del hombre y la mujer donde se realiza la primordial forma de comunión de personas (GS, 12).
Por eso, es altamente conveniente entablar un diálogo entre ambos géneros para concretar lo que el "mundo de los hombres" espera de la mujer. De esta manera, se responde al clamor de tantas meritorias mujeres que reclaman para sí, donde todavía no lo han conseguido, la ikgualdad de hecho y de derecho con los hombres (GS, 9).
 
 
 
* La Gaudium et spes es el nombre de la única constitución pastoral del Concilio Vaticano II. Trata sobre la Iglesia en el mundo contemporáneo.

jueves, 20 de septiembre de 2012

Los desaparecidos de hoy

Esto pasó ayer, pasa hoy y seguirá pasando mañana si no hacemos algo.
 
Hace frío. Tengo miedo. Me siento sola. ¿Por qué tanto dolor? ¿qué hice para merecer todo esto? ¿Dónde está mi pipa?

¿Estoy en el hospital? Me duele el brazo; tengo una zonda. Estoy en el hospital. ¡Qué raro! Lo último que recuerdo fue haberle dado 5 pesos para la bolsa al tucu. Obvio que no volvió ese rastrero, pero no podía moverme y esa gilada me estaba carcomiendo desde adentro… siempre quiere más… Más, más, más… que bestia insaciable… Cuando bajo me quiero matar y se que no va a parar hasta que me chupe toda… se me va la vida entre las manos… y siempre más… y mis hijas… soy una mierda… más…

No le pido a Dios por mí, yo ya estoy jugada… pido por ellas, lo único bueno que hice en toda mi vida…

Ellas están en Tranquila con mi hermana, que de tranquila tiene poco, y yo acá, tirada en esta camilla… extraño a mi vieja… como me mira la gente… debajo de esta mugre soy una persona don, no me mire con esa cara de orto… y la enfermera no viene, ¡tengo hambre! ¡qué ganas de fumarme un pipaso! ¿No habrá algo de ropa limpia? Este barandaso no me lo banco ni yo misma…

¡Qué bueno! Ahí vienen los de la Caacupé… son buenos tipos y hacen lo que pueden… pero yo ya estoy jugada… es como querer tapar el sol con la mano, no se puede y punto… ¡Que rica Cepita de manzana!… el pantalón medio chicón pero a caballo regalado no se le miran los dientes… si Padre, voy a cambiar, no se preocupe… pobre, se desloma al pedo… quizás si los hubiese conocido antes… pero no, ya fue, ¡más paco y menos psicologiada che!

Ahí llegó Mate Cocido… a este si que no lo entiendo… altas guachas y prefiere venir a mimar a una fisura en un hospital de mierda… por mi joya… no recuerdo la última vez que me acariciaron sin querer cogerme… aparte me mira a los ojos… ¿ya te vas? Bueno, si no no nos vemos nos compramos anteojos… gracias por los bizcochos y el rosario che… mandale saludos a los pibes… ¡Que ganas de fumarme un pipaso! Y no aparece ninguna de los guachos, me dejaron re tirada…

¿Cómo estará la Brisa? ¿y la Mily? Hace mucho que no voy… que lindo cuando me mostró el cuaderno… es re pilla mi nena… ojalá que zafe… Cuando nació la Brisa me re cagaron… si tan solo me hubiesen acompañado en serio… pero no… te mandan a una comunidad de mierda en el culo del mundo y te dicen rescatate y te la damos… y eso que jalo desde los 8… ¡pero que mierda van a saber esos chetos si nunca pisaron un barrio!… si tan solo me hubiesen acompañado, verla de vez en cuando… pero ya fue… a lo hecho pecho… que ganas de fumarme un pipazo… ¿hace cuánto que no me viene? ¡Qué sé yo!... ese roñoso se aprovechó porque estaba re manija… hijo de re mil puta lindo bicho se va a agarrar…

Doña me duele el ojo, ¡deme bola!... claro para usted es fácil porque el ojo no es suyo… tengo sueño che… chau… hace calor, me siento bien, ¿qué onda?… hola ¿sos vos?... bueno, gracias… por fin…

Carolina Agüero, “la negra”, moría en la camilla incómoda del hospital Penna en un caluroso día de Enero… la médica nos explicó que para una “persona normal” la infección del ojo era una boludez… se ve que el VIH, el paco y la calle habían minado su cuerpito y no le dio el cuero… no tenemos datos de su casa asique no pudimos avisarle a sus hermanas ni a sus hijas… fuimos a Constitución porque otra hermana rancheaba por ahí pero nada… no hay tumba donde llorar las flores… otra desaparecida… ¿y van?... Dios nos perdone…

martes, 18 de septiembre de 2012

Las inseguridades

Una pequeña reflexión acerca de la inseguridad hecha por un tipo lúcido que escribe desde el margen...
 
"Hay dolores que son así, que de a ratos se encarnizan y parece que cobraran vida, que entre alaridos sugieren que no será posible seguir aguantando por mucho tiempo, pero que amainan en otros momentos y sin llegar a desaparecer pasan a un segundo plano, como cuando el sol se esconde detrás de las nubes o cuando la sonrisa tierna hace olvidar el llanto.
Sucede así: de a ratos las rotativas escupen sangre, tiñe las radios un rojo carmín tan intenso que al más duro parece encender. Hace explosión con un hecho, dos, tres, o con una cadena de sucesos, y entonces el grito, que hasta entonces navegaba por las profundidades se vuelve a hacer piel, callo, llaga, y supura. La violencia vuelve a ser inaguantable, y un gemido renace: ¡¿Hasta cuando?!
El grito, amplificado en los medios son las escaras de una sociedad paralizada, que sufre del síntoma, más que de la enfermedad.
Siempre recuerdo cuando hace unos años me tocó abrir un comedor en un sector muy pobre de la villa. Todos los días venía una abuela con su nietito. ¿Quién sabe que caminos habrán llevado a una señora de más de 70 años a hacerse cargo de su nieto de seis? Vivían en una casilla chiquita hecha con madera y carteles de publicidad callejera, con piso de tierra y techo de chapas de cartón. Sin ventanas, el lugar se ventilaba por una puerta que no cerraba, por los huecos de las paredes y el techo. La humedad era algo insoportable, al punto que el pibe siempre andaba con bronquiolítis, asma o algún trastorno respiratorio, y juntos recorrían salitas y hospitales. Como no tenían cama, dormían juntos en un colchón de una plaza que tenían tirado en el piso, y entre el olor y la oscuridad el hogar no parecía muy acogedor.
A mi me trasladaron y por dos años no supe nada de ellos. Ya ordenado sacerdote volví a la villa, y encontré que no estaban. Me contaron que ella estaba privada de su libertad, que durante mi ausencia, agobiada por esa vida de ratas se volcó a la delincuencia y perdió. En lugar de la antigua choza, había una casita de material, de ladrillos sin reboque pero con loza. Se me revolvieron las tripas. Supe que hizo cosas muy malas, de las que no se pueden justificar por la pobreza. No la justifico pero la entiendo, porqué se de los dolores que aguantó su columna, hasta que no pudo más y se quebró.
La abuela dejó en mi alma una marca profunda. Desde entonces, cada vez que veo los diarios arder de tanta inseguridad pienso que como sociedad estamos frente a un témpano y me acuerdo del Titanic. Leo el desastre de las miles de víctimas de los hechos de violencia que suceden a diario. Todas tremendas, todos son gritos en carne viva. Y leo también lo que en la misma noticia no se está diciendo. La historia de montones de pibes educados por la propaganda y vencidos por la pobreza. Los que aprendieron que solo pueden ser felices teniendo las zapatillas de Messi, los mejores celulares, o la moto más fachera. Hijos de la miseria que entendieron que nunca podrán ser felices (esa felicidad mentirosa que les vende la propaganda) hasta que decidieron saltar la cerca, cruzar la línea y hacerse un mundo paralelo, uno en el que sí tienen lugar.
Pienso en el témpano, y me doy cuenta del peligro que asume una sociedad librada a las reglas del mercado."

La imaginación sociológica

"El nuestro es un tiempo de malestar e indiferencia, pero aún no formulados de manera que permitan el trabajo de la razón y el juego de la sensibilidad (...) el "principal peligro" para el hombre reside hoy en las fuerzas ingobernables de la socidedad contemporánea misma, con sus métodos impersonales de producción, sus técnicas envolventes de dominación política, su anarquía internacional, en una palabra, con sus penetrantes transformaciones de la "naturaleza" misma del hombre y las condiciones y las finalidades de su vida. (...) lo que necesitan, y lo que ellos sienten que necesitan, es una cualidad mental que les ayude a usar la información y a desarrollar la razón para conseguir recapitulaciones lúcidas de lo que ocurre en el mundo y de lo que quizás esté ocurriendo dentro de ellos. Y lo que yo me dispongo a sostener es que lo que los periodistas y los sabios, los artistas y el público, los científicos y los editores esperan de lo que puede llamarse imaginación sociológica, es precisamente esa cualidad." (La Imaginación Sociológica, C. Wright Mills)
 
Unamuno trató de hacer que vivamos inquietos y anhelantes, y es este el sentido del blog: cuestionarse, buscar, pensar, sentir, reflexionar, analizar y debatir distintos aspectos de la vida social y las realidades que día a día construimos, disfrutamos y sufrimos. La idea es sencilla: ejercitemos el pensamiento, discutamos y tratemos de aprehender un poquito más de la vida para convivir mejor.
 
Fe, moral, ética, política, economía, filosofía, historia, arte, deporte, lo que sea que constituya al hombre y a los hombres, siempre y cuando haya buena leche.