miércoles, 13 de marzo de 2013

Don Pancho y su banda

Hay días comunes y otros no tanto. Hoy, al menos para mi, fue un día especial.

Te vi un par de veces cara a cara, tres según recuerdo.

La primera fue hace cinco años masomenos, en el Hurtado, un centro de rehabilitación para chicos y chicas que le pelean al paco y a la vida en una villa de Buenos Aires. Te esperábamos con la murga del barrio para la inauguración y la misa, a eso de las 12 del mediodía. Pero llegaste a las 11, "el colectivo vino como tubo". Por adentro pensé, "mira que piola el viejito, vino en bondi". También me dije a mi mismo, "que suerte que tuvo, en general es un bondi viajar en bondi".
Calladito y con carpa te arrodillaste, le sacaste las Topper a un pibe, y le besaste los pies... recuerdo que tenía un escorpión tatuada en el queso izquierdo, seguro que lo viste porque fue ahí donde le estampaste el beso...


Ese mismo día agarraste una cachorrita de no más de ocho años y a una abuela que ya juntaba varias primaveras, y algunos inviernos, y les pediste que te ayudasen a cortar la cinta... qué habrás querido decirnos...




La segunda vez fue un par de años después, en la despedida de un padre y amigo, Pepe. Se ve que a cierta gente no le gusta lo que hacía, esto de laburar por la gente tratando de que se pongan de pie y caminen, porque lo amenazaron de muerte. Que loco no, ahora me entero que los servicios de inteligencia del estado lo investigan, justo a él... que ironía... pero bueno, volvamos. No dejaste pasar tiempo, más cuando te tocan un crío: al día siguiente saliste a bancarle la parada, denunciando el tráfico de drogas y la mafia, y quizás sea por esto que hoy nuestro querido Pepe puede seguir laburando, contagiando vida y rompiendo las guindas...
Ese ocho de diciembre hicimos una fiesta en todo el barrio, como siempre, y fue una maza. Estuviste ahí, despidiendo a un hermano...



La última vez que te vi fue hace dos años, en Plaza Constitución... armamos una carpa denunciando el trabajo esclavo de los hermanos bolivianos en los talleres clandestinos, la trata de personas y la inhumana vida que tantos sufren en la calle, con el paco y la mugre... y estabas ahí, serio, mandándosela a guardar a todos esos mercachifes de la muerte, gritando que Buenos Aires es una ciudad coimera...

Acá tenés una banda amiga Pancho... Dios te cuide hermano :)

jueves, 7 de marzo de 2013

VIH-SIDA... dale que es tarde :)


La humanidad siempre ha tenido sus parias, personas y grupos destinatarios de nuestro miedo, indolencia, soberbia, contradicciones. Es en parte propio de nuestra naturaleza herida juzgar con dureza ciertas situaciones y hermanos: siglos atrás desterrábamos a los leprosos y mandábamos a los díscolos a las hogueras de ocasión; hoy marginamos a los adictos al paco, los travestis, los sidosos, los psiquiátricos, la gente en situación de calle.

Como bien dijera un sabio moderno, “es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio”.

En el Hogar de Cristo, cuya virtud cardinal es “recibir la vida como viene”, nos hemos encontrado con hermanos derrotados radicalmente: es que el paco en la marginalidad ataca la mismísima integridad de la persona, aquello que nos hace hombres, nos da esperanza y razones para vivir. No entender esto es no aprehender el desafío que el paco y la marginalidad  presentan a la sociedad entera. 

A problemas integrales, soluciones integrales.

Algunos de los chicos y chicas que se acercan al hogar, entre las muchas dolencias que acarrean, sufren enfermedades de transmisión sexual. Si la intemperie no cobija, y la falta de oportunidades reales no entusiasma ni apasiona: ¿cómo se ha de vivir la genitalidad y la sexualidad con dignidad en este contexto? La realidad nos ha interpelado de lleno, y el Dios que no hace acepción de personas nos enseña que la promiscuidad, antes que una desviación moral a condenar, es una herida abierta que solo sanará con una mirada amorosa.
Es por ello que muchas veces el VIH, a pesar del dolor y el miedo que trae, puede ser una oportunidad: para ser mejores, para cambiar de vida, para dejarse amar. Y el hogar está feliz de poder ser un puente útil: entre el Estado y los marginados, cuando acompaña a alguno de los chicos a hacerse los análisis a la salita del barrio, y está ahí cuando abren el sobre, o cuando se le acerca la medicación a alguien en situación de calle; entre los chicos y sus familias, cuando a raíz de alguna internación en alguno de los hospitales de la ciudad que tratan este tipo de enfermedades, se puede contactar a sus seres queridos y preparar el reencuentro; entre los chicos y la muerte, todos hemos de morir, pero hacerlo sintiéndose amado marca la gran diferencia. 




Pensándolo bien, solo se trata de hacer con los demás sencillamente lo mismo que nos gustaría que se hiciera con nosotros. Que alegría saber de un lugar que vive esta espiritualidad.

sábado, 12 de enero de 2013

Insomnio


Una amiga nos regala una postal de esta querida ciudad de Buenos Aires...

En las noches un insomnio recurrente y puntual ha comenzado a visitarme.
Un insomnio descalzo y suerte errada anda por ahí, olvidado no más.
Dentro mío, muy dentro, el bombo comienza a repiquetear
latido al ritmo de una tierra dolida.
El insomnio se transforma en figura humana,
personaje inventado para hacer frente al frío de la noche y al desprecio del día.
Sus ojos llevan una copla 
que canta la herida que muchos han inflingido y nadie ha curado.
Su voz, suspiro de marginación, no me deja adivinar su edad.
A veces grande, a veces infante
así es la soledad.
Y anda por los pasillos
armando sueños de papel
comprando ilusiones de cristal.
Con el insomnio el tiempo parece haberse detenido:
¿Será verdad o delirio?
"¿Cómo curo el insomnio mamá?"
"Soñando m'ija, soñando nomás"